Cuando la Biblia habla del conflicto que el cristiano tiene con la carne caída y pecaminosa, usa las expresiones el “hombre que soy por dentro”, “el hombre que somos interiormente” y frases similares. (Ro 7:22; 2Co 4:16; Ef 3:16.) Esas expresiones son apropiadas debido a que los cristianos han sido “hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente”. (Ef 4:23.) La fuerza o inclinación que dirige su mente es espiritual. Se esfuerzan por ‘desnudarse de la vieja personalidad [literalmente, “el viejo hombre”] y vestirse de la nueva personalidad [literalmente, “el (hombre) nuevo”]’. (Col 3:9, 10; Ro 12:2.)
Cuando los cristianos ungidos son bautizados en Cristo, son “bautizados en su muerte”; la vieja personalidad es fijada en un madero, “para que [el] cuerpo pecaminoso [sea] hecho inactivo”. Pero hasta el momento de su muerte en la carne y su resurrección, el cuerpo carnal todavía está allí para luchar en contra del “hombre espiritual”. Es una lucha difícil, por lo que Pablo dice: “En esta casa de habitación verdaderamente gemimos”. Pero a menos que esos cristianos se rindan y sigan deliberadamente los deseos de la carne, el sacrificio de rescate de Jesucristo cubre los pecados de la vieja personalidad, con los deseos carnales que obran en sus miembros. (Ro 6:3-7; 7:21-25; 8:23; 2Co 5:1-3.)
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