El rey Salomón vuelve al tema del habla y hace una observación muy interesante sobre la naturaleza humana: “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija” (Proverbios 12:25).
Hay muchas inquietudes y preocupaciones que pueden entristecer el corazón. Lo que hace falta para aligerar esa carga y regocijar el corazón es que una persona comprensiva ofrezca una buena palabra de ánimo. Pero ¿cómo sabrán los demás la intensidad de nuestras inquietudes si no nos expresamos y hablamos de ello? En realidad, cuando sufrimos angustia o depresión, necesitamos confiarnos a alguien que tenga empatía y que pueda ayudarnos. Además, expresar con palabras cómo nos sentimos alivia parte de la angustia del corazón. Por ello, es bueno confiarnos a nuestro cónyuge, a nuestros padres o a un amigo compasivo y espiritualmente capacitado.
¿Verdad que no hay palabras más animadoras que las que se hallan en la Biblia? Por eso, hemos de acercarnos a Dios meditando agradecidos en su Palabra inspirada. Dicha reflexión ciertamente regocijará el corazón atribulado y hará brillar los ojos tristes. El salmista lo confirma diciendo: “La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma. El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto. Las órdenes de Jehová son rectas, hacen regocijar el corazón; el mandamiento de Jehová es limpio, hace brillar los ojos” (Salmo 19:7, 8).
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