“Oh Dios, da tus propias decisiones judiciales al rey [...]. Porque él librará al pobre que clama por ayuda.” (SAL. 72:1, 12)
¡QUÉ palabras tan alentadoras! Al parecer, las escribió David, rey del antiguo Israel, quien años antes se había dirigido a Dios, arrepentido de su adulterio con Bat-seba, y le había suplicado: “Conforme a la abundancia de tus misericordias, borra mis transgresiones [...;] mi pecado está enfrente de mí constantemente. [...] ¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:1-5). Ciertamente, Jehová es misericordioso y toma en cuenta lo mucho que influye en nosotros la tendencia al pecado que hemos heredado.
Jehová comprende muy bien el lamentable estado en que nos encontramos, y por eso promete auxiliarnos. Ha nombrado un Rey que “librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará” (Sal. 72:12, 13). Como vemos, el Salmo 72 nos dice cómo se solucionarán nuestros problemas. Aunque las palabras de este cántico se referían originalmente al gobierno de Salomón, el hijo de David, también pintan un cuadro profético del reinado de Jesucristo, el Hijo de Dios, durante el cual se librará a la humanidad de los males que la afligen.
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