En cierta ocasión, Jesús dijo lo siguiente a los judíos que habían creído en él: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32). Hablaba de una libertad que supera las libertades civiles y que está disponible a todas las personas: ricas o pobres, instruidas o sin educación. Jesús enseñó la verdad que nos liberaría de la esclavitud al pecado y la muerte, pues como él explicó, “todo hacedor de pecado es esclavo del pecado” (Juan 8:34). Anhelamos ver el tiempo en que toda la creación humana obediente ‘sea libertada de la esclavitud a la corrupción y tenga la gloriosa libertad de los hijos de Dios’ (Rom. 8:21).
La verdad respecto a Jesús y su papel en el cumplimiento del propósito divino produce dicha libertad. Incluye el conocimiento sobre el sacrificio redentor que ofreció por nosotros (Rom. 3:24). Incluso en la actualidad, aceptar las verdades bíblicas y someternos obedientemente a ellas nos permite disfrutar de cierta medida de libertad del temor, de la desesperación y de toda clase de prácticas dañinas.
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