El apóstol Pablo advierte del serio peligro en que está quien intenta mofarse de Dios, es decir, quien piensa que los principios de la gobernación de Dios se pueden tratar con desprecio o transgredir impunemente. Escribe a los cristianos gálatas: “Porque si alguien piensa que es algo, no siendo nada, está engañando su propia mente. [...] No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que esté sembrando con miras a su carne, segará de su carne la corrupción; pero el que esté sembrando con miras al espíritu, segará del espíritu vida eterna”. (Gál 6:3-8.)
En este pasaje el apóstol muestra que una persona no debería engañarse a sí misma con una apreciación falsa de su mérito, olvidándose de Dios y su Palabra. Al contrario, debería limpiar su vida para andar por medio del espíritu, como manda la Palabra de Dios. Si alguien no obra de este modo y continúa sembrando teniendo en mira los deseos carnales, estará ‘aceptando la bondad inmerecida de Dios y dejando de cumplir su propósito’, y, por lo tanto, tratando la instrucción que proviene de Dios como algo despreciable. (2Co 6:1.) Puede engañarse pensando que está salvo; sin embargo, Dios conoce su corazón y le juzgará en consecuencia.
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