“Ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 PEDRO 2:21.)
JESUCRISTO fue, con mucho, el mayor Maestro que ha vivido en la Tierra. Además, era perfecto, así que en toda su vida humana no cometió ningún pecado (1 Pedro 2:22). ¿Significa esto, entonces, que su ejemplo es demasiado elevado para que nosotros, seres humanos imperfectos, lo imitemos? Por supuesto que no.
Como vimos en el artículo anterior, el fundamento de la enseñanza de Jesús fue el amor, una cualidad que todos podemos cultivar. La Palabra de Dios nos anima con frecuencia a crecer en nuestro amor por los demás y a perfeccionarlo (Filipenses 1:9; Colosenses 3:14). Jehová nunca espera imposibles de sus criaturas. De hecho, dado que “Dios es amor” y nos hizo a su imagen, podría decirse que nos diseñó para que expresáramos amor (1 Juan 4:8; Génesis 1:27). Por tanto, cuando leemos las palabras del apóstol Pedro que constituyen el texto temático de este artículo, no tenemos por qué sentirnos inseguros. Seguir con cuidado los pasos de Cristo está a nuestro alcance; así es, nos es posible obedecer el mandato que él mismo nos dejó en cuanto a ‘seguirle de continuo’ (Lucas 9:23).
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