Podemos aprender mucho de las palabras y el ejemplo de Jesús como hombre dado a la oración. Una de las lecciones es que si el Hijo perfecto de Dios tenía que orar con regularidad, mucho más tienen que buscar continuamente la guía, el consuelo y el apoyo espiritual de Dios sus discípulos imperfectos. Por eso, debemos ‘orar incesantemente’. (1 Tesalonicenses 5:17.) Desde luego, esto no significa que siempre tenemos que estar literalmente de rodillas. Más bien, nuestra actitud debe ser la del que constantemente ora por guía. Debemos buscar la guía de Dios en todo aspecto de la vida para obrar con perspicacia y siempre tener su aprobación. (Proverbios 15:24.)
En estos “últimos días” muchas cosas pueden robarnos el tiempo que deberíamos dedicar a la oración. (2 Timoteo 3:1.) Pero si los problemas domésticos, las inquietudes del trabajo y cosas por el estilo estorban el que oremos regularmente a nuestro Padre celestial, entonces estamos demasiado cargados con las preocupaciones de la vida. Esa situación se debe corregir sin demora, pues el no orar lleva a la pérdida de la fe. Debemos eliminar algunas obligaciones seglares o contrapesar las inquietudes de la vida mediante volver el corazón a Dios en busca de guía con mayor solicitud y frecuencia. Debemos ‘ser vigilantes en cuanto a oraciones’. (1 Pedro 4:7.)
En el padrenuestro, o lo que se ha llamado la oración modelo, Jesús enseñó a sus discípulos a orar, no les enseñó precisamente qué decir. El relato de Lucas difiere un poco del de Mateo porque se trata de ocasiones diferentes.
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