Después de ilustrar en qué consiste la discreción, Jesús hizo lo mismo con la fidelidad. Dijo así: “Es justamente como un hombre que, estando para emprender un viaje al extranjero, mandó llamar a sus esclavos y les encargó sus bienes. Y a uno dio cinco talentos; a otro, dos; y a otro, uno, a cada uno según su propia habilidad, y se fue al extranjero” (Mateo 25:14, 15). El hombre de la parábola es Jesús mismo, quien “se fue al extranjero” cuando ascendió al cielo en el año 33 E.C. Pero antes de irse, confió “sus bienes” a sus discípulos fieles. ¿Cómo lo hizo?
Durante su ministerio terrestre, Jesús comenzó a preparar un gran campo de actividad al predicar las buenas nuevas del Reino por toda la tierra de Israel (Mateo 9:35-38). Antes de irse “al extranjero”, encomendó aquel campo a sus discípulos fieles, diciéndoles: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado” (Mateo 28:18-20). Con estas palabras, Jesús autorizó a sus “esclavos” a negociar hasta que él regresara, “cada uno según su propia habilidad”.
Esta última expresión indica que no todos los cristianos del siglo primero tuvieron las mismas circunstancias ni posibilidades. Hubo quienes, como Pablo y Timoteo, contaron con una libertad que les permitió participar al mayor grado posible en la obra de predicar y enseñar. Pero en el caso de otros, tal vez su situación limitara mucho lo que podían hacer. Por ejemplo, quizá fueran esclavos o de edad avanzada, o tuvieran problemas de salud o responsabilidades familiares. Claro está, ciertos privilegios no estaban al alcance de todos los discípulos. Las mujeres ungidas y algunos hombres ungidos no enseñaban en la congregación (1 Corintios 14:34; 1 Timoteo 3:1; Santiago 3:1). Aun así, sin importar su situación en la vida, todos los discípulos ungidos de Cristo, hombres y mujeres, tenían el encargo de negociar, de aprovechar bien sus oportunidades y circunstancias en el ministerio cristiano. Los discípulos de Cristo del día moderno hacen lo mismo.
UNA ILUSTRACIÓN DE LA OBLIGACIÓN DEL CRISTIANO
Pocas personas negarán que Jesús y sus apóstoles fueron muy celosos al ensanchar la adoración verdadera hasta los cabos de la Tierra. Estuvieron enlazados en este propósito, unidos en doctrina y acción. Para ilustrar cómo deberían ser sus discípulos, Jesús dio la parábola de los talentos. (Un “talento” de plata representa un valor monetario de centenares de dólares.) Esta parábola muestra clara y enérgicamente su obligación de aumentar el cristianismo verdadero al mayor grado posible.
Los discípulos de Jesús le habían hecho la pregunta: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” La parábola de los talentos estaba incluida en su respuesta. En armonía con ello, se dio la parábola para demostrar a los cristianos que vivieran en la “conclusión del sistema de cosas” que el Señor Jesucristo estaba presente invisiblemente en poder del Reino. Pero tuvo el principio de su cumplimiento en aquel entonces cuando Jesús estuvo en la Tierra. Podemos obtener mucho esclarecimiento sobre el significado de esta parábola de la parábola similar de las minas, que mostró a los oyentes de Cristo del primer siglo que el reino de Dios no “iba a exhibirse instantáneamente,” como habían pensado ellos.—Mat. 24:3; Luc. 19:11-27.
Ambas parábolas trataban del reino de los cielos. La parábola de los talentos comenzó de esta manera:
“Porque es [es decir, las circunstancias conectadas con el reino de los cielos] justamente como un hombre que, estando para emprender un viaje al extranjero, mandó llamar a sus esclavos y les encargó sus bienes. Y a uno dio cinco talentos, a otro dos, a todavía otro uno, a cada uno según su propia habilidad, y se fue al extranjero.”—Mat. 25:14, 15.
El “hombre” es Jesucristo. Él pronto iba a hacer un viaje largo “al extranjero,” de regreso a su Padre en el cielo. Jesús iba a hacer esto después de su muerte y resurrección. Allí habría de sentarse “a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que sus enemigos fuesen colocados como banquillo para sus pies.” (Heb. 10:12, 13) Sería un largo tiempo hasta que recibiera de su Padre el mandato para tomar pleno poder del reino, pero en ese tiempo primero inspeccionaría y remuneraría a sus “esclavos.” Esperaría que estuvieran en armonía, atendiendo al ‘negocio’ de él, no de punta uno con el otro. Después de terminar la inspección echaría fuera de la Tierra a sus enemigos, como se muestra en Lucas 19:15-27.—Sal. 110:1-3.
LOS “BIENES” CONFIADOS A LOS “ESCLAVOS”
Ahora bien, este “hombre” tenía “bienes” que dejar a cargo de sus “esclavos” hasta que regresara con poder real. ¿Qué bienes de gran valor tenía Jesucristo? Él no tenía dinero, grandes posesiones de tierra o edificios. Tampoco tenía reconocimiento de autoridad de parte de los gobiernos políticos. Fue ejecutado por el Imperio Romano a insistencia de los judíos. Entonces, ¿qué tenía que pudiera entregar a sus “esclavos”?
Fue un juego de valores diferente de la clase de bienes que se acaba de mencionar. Durante su ministerio en la carne Cristo había estado buscando primero el reino de su Padre celestial. Por su predicación y enseñanza había cultivado un campo, había edificado una potencialidad en este campo... un poder latente para producir discípulos. Esta fue la heredad que dejó a sus discípulos. Él ya había dicho a sus apóstoles más de dos años antes de su muerte y resurrección:
“¡Miren! Les digo: Alcen los ojos y miren los campos, que están blancos para la siega. Ya el segador está recibiendo salario y recogiendo fruto para vida eterna, a fin de que el sembrador y el segador se regocijen juntos. En este sentido, realmente, es verdadero el dicho: Uno es el sembrador y otro el segador. Yo los despaché a segar aquello en que ustedes no han hecho labor. Otros han labrado, y ustedes han entrado en el provecho de su labor.”—Juan 4:35-38.
Jesús limitó su sembrar a los judíos y prosélitos judíos y los samaritanos relacionados. Juan el Bautista también había efectuado algo de sembrar. Después de la resurrección de Jesús y el derramamiento de espíritu santo sobre sus discípulos en el día del Pentecostés de 33 E.C., estos discípulos primero efectuarían mucho segar en este campo “sembrado.” Fueron ‘despachados,’ sí, obligados a hacer esto. Los primeros “segados” habían sido cultivados por la enseñanza pura de Jesús. Por consiguiente cuando se unieron a los discípulos engendrados por espíritu eran como un solo hombre en mantener la enseñanza pura.
Es obvio que Jesús tenía más de tres “esclavos.” De modo que los tres diferentes “esclavos” que se describieron en la parábola representarían a todos los coherederos de Cristo en perspectiva con quienes había pactado para el reino celestial. Habría personas de todo ramo de actividad, viejos y jóvenes, hombres y mujeres. (Compare con Hechos 1:14; 8:12.) Pero estas diferencias de circunstancia y edad no habrían de ser una barrera para la unidad... todos harían el mismo trabajo.
En el cumplimiento de la parábola el Amo se encargó de que nadie obtuviera más de lo que pudiera manejar, “según su propia habilidad.” La clase de los “cinco talentos” de ese primer siglo evidentemente incluyó a los apóstoles, a quienes se dio la mayor responsabilidad. (Rev. 21:14; Efe. 2:20-22) Le fueron de mucha ayuda a la clase de “dos talentos” en el desempeño de sus responsabilidades.
Todos los “esclavos,” como los de la parábola de las minas, habrían de ‘negociar hasta que él viniera.’ (Luc. 19:11-13) Sería el negocio de Jesús, el negocio del Rey, y los esclavos obedientes por lo tanto tendrían que estar en unidad de pensamiento y acción. Cristo no está dividido contra sí mismo. (1 Cor. 1:10) Ciertamente los “esclavos” no promoverían el negocio del amo trabajando uno contra el otro, como en la cristiandad, donde una secta enseña una cosa y otra secta enseña otra.
En la parábola misma la “habilidad” de los esclavos, la base sobre la cual estuvieron proporcionados los talentos, sería habilidad física o mental. Sin embargo, en el cumplimiento ¿fue habilidad física o mental la que se representó? Sin duda ésa sería valiosa si se encauzara por la dirección correcta y se usara apropiadamente. Pero la “habilidad” representa aquí las posibilidades espirituales que han de hallarse en el “esclavo” cristiano que tiene la perspectiva de ser del reino celestial. El celo, la buena voluntad, el ahínco que tiene, todo contribuye a estas posibilidades. Esto está en armonía con el principio de que “Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos, así como le agradó.”—1 Cor. 12:18.
El Amo, Jesucristo, ha encargado algo a estos “esclavos,” sin importar si demuestran estar en la clase de los “cinco talentos” o las otras clases que se mencionan en la parábola. De su parte, ellos también tienen que tener o contribuir algo. Lo que pueden contribuir complementa la cosa valiosa que se les ha confiado, y hace posible que cultiven la heredad espiritual, el “campo” que dejó el Señor Jesucristo. Les ayudaría, como clase o grupo unido, a segar nuevos discípulos.
PRINCIPIO DEL CUMPLIMIENTO DE LA PARÁBOLA
¿Cuándo empezó Jesús a encargar estos “bienes” a sus discípulos? ¿Les encargó éstos independientemente o como grupo unido? El relato en Hechos 1:1-5 continúa donde el Evangelio de Lucas se quedó, es decir, “hasta el día en que [el resucitado Jesús] fue tomado arriba, después de haber dado mandamiento por espíritu santo a los apóstoles que él escogió. A éstos también por muchas pruebas positivas se mostró vivo después de haber sufrido, siendo visto por ellos por espacio de cuarenta días y diciendo las cosas acerca del reino de Dios. Y estando reunido con [un cuerpo de discípulos fieles] les dio las órdenes: ‘No se retiren de Jerusalén, sino sigan esperando lo que el Padre ha prometido, acerca de lo cual oyeron de mí; porque Juan, en verdad, bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en espíritu santo a no muchos días después de esto.’”
De modo que Jesús no solo había preparado el “campo,” poniéndolo en sazón con una potencialidad para muchos discípulos más, sino que también había preparado a los primeros de su cuerpo de “esclavos” para recibir sus “bienes.”
El cumplimiento de la parábola debe haber empezado entre la resurrección de Jesús de entre los muertos y su ascensión a la presencia de su Padre celestial. Pues ¿cuándo convocó Jesús por primera vez a sus “esclavos” para encargarles sus “bienes”? El apóstol Mateo da un relato de las palabras de Jesús en una reunión en Galilea después de su resurrección: “Por lo tanto vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.”—Mat. 28:16, 19, 20.
Pero el día de su ascensión al cielo Jesús fue más específico en cuanto al rumbo que tomaría la obra de aumentar sus “bienes.” Leemos: “Cuando, pues, se hubieron congregado, se pusieron a preguntarle: ‘Señor, ¿estás restaurando el reino a Israel en este tiempo?’ Les dijo: ‘No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción; mas recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea y en Samaria y hasta la parte más lejana de la tierra.’”—Hech. 1:6-8.
No comments:
Post a Comment