El chisme y la calumnia. En el libro de Proverbios se dice mucho en cuanto a los problemas, la aflicción y el daño que ocasiona el chisme, así como la gravedad de la culpa que recae sobre el chismoso. El ‘bocado selecto’ de un calumniador es “[tragado] vorazmente” por su oyente, y no es algo que se toma a la ligera, sino que causa una impresión duradera, que baja “hasta las partes más recónditas del vientre”. Por eso acarrea problemas, y el que habla no puede ‘lavarse las manos’ de la culpa. Aunque esa persona pueda aparentar ser muy amable y encubrir su verdadera condición de corazón, Dios hará que el odio y la maldad que en realidad encierra ‘se descubra en la congregación’. Caerá en el mismo hoyo que había excavado para otro. (Pr 26:22-28.)
CHISME, CALUMNIA
Chismear es charlar ociosamente de cosas que atañen a otros; esparcir rumores infundados. Calumniar es difamar, por lo general con malicia, sea verbalmente o por escrito.
Aunque el charlar ociosamente no siempre es malo ni perjudicial, puede llegar a serlo. A veces puede tratarse de un elogio o sencillamente de referir algo que carece de trascendencia y no es censurable sobre otros por considerarlo de interés. Sin embargo, es fácil deslizarse hacia el habla hiriente o importuna. Las Escrituras aconsejan que se evite el habla ociosa, pues indican que la lengua es difícil de domar y que se “constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural”. Su destructividad se enfatiza aún más en las siguientes palabras del mismo escritor: “Y es encendida en llamas por el Gehena”. (Snt 3:6.) El peligro de hablar ociosamente o a la ligera se recalca muchas veces. Este tipo de habla se relaciona con la estupidez o tontedad (Pr 15:2); es un lazo y puede acarrear ruina al que la practica. (Pr 13:3; 18:7.) “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión”, advierte el proverbio, y añade que el tener refrenados los labios es un acto discreto. (Pr 10:19.) Otra advertencia contra el habla irreflexiva, a la ligera u ociosa es: “El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de las angustias”. (Pr 21:23.)
“De la abundancia del corazón habla la boca”, dijo Jesucristo. (Mt 12:34.) Por consiguiente, el tema habitual de la conversación de una persona indica aquello en lo que tiene puesto su corazón. Las Escrituras nos instan a salvaguardar el corazón y a pensar y hablar de aquello que es verdadero, serio, justo, casto, amable, de buena reputación, virtuoso y digno de alabanza. (Pr 4:23; Flp 4:8.) Jesucristo dijo: “Lo que procede de la boca, eso es lo que contamina al hombre”, y entre las cosas que proceden de la boca, pero que en realidad salen del corazón, dijo que se contaban los “razonamientos inicuos” y los “testimonios falsos”. (Mt 15:11, 19.)
El chisme puede llevar a la práctica desastrosa de la calumnia. La sabiduría de las palabras de Eclesiastés 10:12-14 es obvia: “Los labios del estúpido se tragan a este. El comienzo de las palabras de su boca es tontedad, y el fin de su boca, posteriormente, es locura calamitosa. Y el tonto habla muchas palabras”.
El chisme es habla que revela algunos hechos o asuntos de otras personas. Puede ser un rumor infundado, incluso una mentira, y la persona que lo extiende, aunque no sea consciente de la falsedad del rumor, se hace responsable de propagar una mentira. Puede que el chismoso hable de las faltas o errores de alguien, pero incluso en el caso de que lo que diga sea verdadero, está haciendo lo que no debe y demostrando falta de amor. El proverbio dice: “El que encubre la transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa a los que se han familiarizado entre sí”. (Pr 17:9.)
El apóstol Pablo asesoró con firmeza al superintendente Timoteo con relación a la conducta de las viudas jóvenes que no tenían una casa que cuidar y que no se mantenían ocupadas en ministrar a otros. Dijo: “También aprenden a estar desocupadas, andorreando por las casas; sí, no solo a estar desocupadas, sino también a ser chismosas y entremetidas en asuntos ajenos, hablando de cosas que no debieran”. (1Ti 5:13.)
Dicha conducta era escandalosa. El mismo apóstol dijo de algunos cristianos de la congregación de Tesalónica: “Están andando desordenadamente entre ustedes, y no hacen ningún trabajo, sino que se entremeten en lo que no les atañe”. (2Te 3:11.) El apóstol Pedro menciona al “entremetido en asuntos ajenos” junto a personas tan reprobables como el asesino, el ladrón y el malhechor. (1Pe 4:15.)
Por otra parte, informar de situaciones que afectan a la congregación a los que tienen la autoridad y responsabilidad de supervisar y corregir los asuntos no se consideraría chismear ni calumniar, ni tampoco sería impropio. Prueba de ello es el registro bíblico sobre la congregación cristiana de la antigua Corinto. Las disensiones y el rendir honra indebida a hombres estaban creando actitudes sectarias y acabando con la unidad de la congregación. Algunos miembros de la casa de Cloe, conscientes de esta situación y preocupados por el bienestar espiritual de la congregación, la pusieron en conocimiento del apóstol Pablo, quien actuó con rapidez desde Éfeso escribiendo consejo correctivo a la congregación. (1Co 1:11.)
¿Qué diferencia hay entre el chisme y la calumnia?
Mientras que el chisme puede ser más o menos inofensivo (aunque puede convertirse en calumnia o conducir a ella), la calumnia siempre es perjudicial y causa daño y contienda. Sea que el calumniador lo haga con un motivo malicioso o no, se coloca en una mala posición ante Dios, pues “cualquiera que envía contiendas entre hermanos” practica una de las cosas que Dios odia. (Pr 6:16-19.) La palabra griega para “calumniador” o “acusador” es di‧á‧bo‧los. Ese término también se usa en la Biblia como título de Satanás, “el Diablo”, el gran calumniador de Dios (Jn 8:44; Rev 12:9, 10; Gé 3:2-5), con lo que se indica quién fue el originador de la calumnia, este tipo de acusación difamatoria.
La calumnia constituye un tropiezo para otros, en particular para aquel a quien se calumnia. La ley dada por Dios a Israel mandaba: “No debes andar entre tu pueblo con el fin de calumniar. No debes ponerte de pie contra la sangre de tu prójimo”. (Le 19:16.) Estas palabras ponen de relieve la seriedad de la calumnia, pues muestran que en algunos casos las acusaciones falsas pueden llevar a la ejecución. Muchas veces el testimonio de testigos falsos ha conducido a la muerte de personas inocentes. (1Re 21:8-13; Mt 26:59, 60.)
En ocasiones, el calumniador se deleita en revelar asuntos confidenciales a aquellos que no tienen ningún derecho de conocerlos. (Pr 11:13.) El calumniador deriva placer de revelar cosas que causan sensación, pero el que le escucha también es culpable y se perjudica a sí mismo. (Pr 20:19; 26:22.) Un comentario difamatorio de un calumniador podría apartar a una persona de sus amigos y provocar enemistades y divisiones. (Pr 16:28.)
En las Escrituras se predice que la notable presencia de los calumniadores sería una de las señales de los “últimos días”. (2Ti 3:1-3.) Si se encuentran tales personas, sean hombres o mujeres, en el pueblo de Dios, los que ocupan puestos de responsabilidad en la congregación cristiana han de censurarlas y corregirlas. (1Ti 3:11; Tit 2:1-5; 3Jn 9, 10.) La calumnia causa contienda (Pr 16:28), y por esa razón produce ciertas “obras de la carne” (como odios, contiendas y divisiones), obras que impiden que el calumniador y los que se dejen llevar por él hereden el reino de Dios. (Gál 5:19-21.) Aunque el calumniador puede ser astuto y engañoso, su maldad se descubrirá en la congregación. (Pr 26:20-26.) Jesús descubrió al calumniador Judas (Jn 6:70) ante sus apóstoles y lo despidió. Lo que más tarde tuvo lugar llevó a la destrucción de Judas. (Mt 26:20-25; Jn 13:21-27; 17:12.)
Una forma de calumnia es la injuria, y el que la practica merece ser cortado de la congregación cristiana, pues en las Escrituras se juzga indignos de la vida a los injuriadores. (1Co 5:11; 6:9, 10.) La calumnia y la injuria suelen estar relacionadas con la rebelión contra Dios o contra aquellos que Él ha constituido debidamente y nombrado para dirigir la congregación de su pueblo. Este fue el caso de Coré y los que estaban con él, que se rebelaron contra el orden teocrático y calumniaron a Moisés y Aarón. (Nú 16:1-3, 12-14.) Judas llama la atención a estos rebeldes y al final que tuvieron, cuando advierte a los cristianos que no practiquen el habla injuriosa ni la murmuración ni la queja, y que tampoco hablen “cosas hinchadas”. (Jud 10, 11, 14-16.)
Gossip and slander. Much is said in the book of Proverbs about the trouble, grief, and damage brought by gossiping, as well as the gravity of the guilt resting on the talebearer. The ‘choice morsel’ of a slanderer is “swallowed greedily” by its hearer and is not taken lightly but makes a lasting impression, going down “into the innermost parts of the belly.” Therefore it causes trouble, and the speaker cannot ‘wash his hands’ of guilt. Though such a person may appear very gracious and may disguise his true heart condition, God will see to it that the hate and badness that is actually within him is “uncovered in the congregation.” He will fall into the pit he has dug for someone else.—Pr 26:22-28.
GOSSIP, SLANDER
Gossip is idle personal talk; groundless rumor. Slander is defamation, generally malicious, whether oral or written.
Not all gossip is bad or damaging, though it can be. At times it may be commendatory about a person or persons; or it may be the mere relating of something trifling or unobjectionable about others, out of human interest. But it is easy to slip into hurtful or troublemaking talk, for gossip is idle talk. The Scriptures counsel against idle speech, pointing out that the tongue is difficult to tame and that it “is constituted a world of unrighteousness among our members, for it spots up all the body and sets the wheel of natural life aflame.” Its destructiveness is further emphasized in that the Bible writer continues, “and it is set aflame by Gehenna.” (Jas 3:6) The danger of loose, idle talk is emphasized many times. Such speech is connected with stupidity or foolishness (Pr 15:2); it is a snare and can bring the speaker to ruin. (Pr 13:3; 18:7) “In the abundance of words there does not fail to be transgression,” says the proverb, counseling that keeping one’s lips in check is discreet action. (Pr 10:19) “He that is keeping his mouth and his tongue is keeping his soul from distresses” is a warning against thoughtless, loose, or idle talk.—Pr 21:23.
“Out of the abundance of the heart the mouth speaks,” said Jesus Christ. (Mt 12:34) Consequently, what one usually talks about is an index of that on which his heart is set. The Scriptures urge us to safeguard the heart and to think on and speak of the things that are true, serious, righteous, chaste, lovable, well spoken of, virtuous, and praiseworthy. (Pr 4:23; Php 4:8) Jesus Christ said, “It is what proceeds out of his mouth that defiles a man,” and he went on to name “wicked reasonings” and “false testimonies” among the things that proceed from the mouth but actually are out of the heart.—Mt 15:11, 19.
Gossip can lead to slander, becoming disastrous to the slanderer. The wisdom of the words at Ecclesiastes 10:12-14 is very evident: “The lips of the stupid one swallow him up. The start of the words of his mouth is foolishness, and the end afterward of his mouth is calamitous madness. And the foolish one speaks many words.”
Gossip is talk that reveals something about the doings and the affairs of other persons. It may be unfounded rumor, even a lie, and although the gossiper may not know the untruthfulness of the rumor, he spreads it nevertheless, thereby making himself responsible for propagating a lie. It may be someone’s faults and mistakes that the gossiper is talking about. But even if the things said are true, the gossiper is in the wrong and reveals lack of love. The proverb says: “The one covering over transgression is seeking love, and he that keeps talking about a matter is separating those familiar with one another.”—Pr 17:9.
The apostle Paul gave strong advice to the overseer Timothy about the conduct of young widows who had no households to care for and who did not busy themselves in ministering to others. He said: “They also learn to be unoccupied, gadding about to the houses; yes, not only unoccupied, but also gossipers and meddlers in other people’s affairs, talking of things they ought not.” (1Ti 5:13) Such action is disorderly conduct. The same apostle spoke of some in the congregation at Thessalonica who were “walking disorderly among you, not working at all but meddling with what does not concern them.” (2Th 3:11) The apostle Peter puts “a busybody in other people’s matters” in very bad company—alongside a murderer, a thief, and an evildoer.—1Pe 4:15.
On the other hand, it is not gossip or slander and is not wrong to report conditions affecting a congregation to those having authority and responsibility to oversee and correct matters. This fact is demonstrated in the Scriptural record about the Christian congregation in ancient Corinth. There, dissensions and the paying of undue honor to men were creating sectarian attitudes, destroying the congregation’s unity. Some members of the house of a certain Chloe who were aware of these things and were concerned about the congregation’s spiritual welfare disclosed the fact to the absent apostle Paul, who acted quickly, writing corrective counsel to the congregation from Ephesus.—1Co 1:11.
What is the difference between gossip and slander?
While gossip can in some cases be more or less harmless (though it can become slander or lead into it), slander is always damaging and always causes hurt and contention. It may be with or without malicious motive. In either case, the slanderer is putting himself in a bad position before God, for “sending forth contentions among brothers” is among the things that God hates. (Pr 6:16-19) The Greek word for “slanderer” or “accuser” is di‧a′bo‧los. The word is also used in the Bible as a title of Satan “the Devil,” the great slanderer of God. (Joh 8:44; Re 12:9, 10; Ge 3:2-5) This indicates the source of such defamatory accusation.
Slander constitutes a stumbling block to others, particularly to the one slandered. The law given by God to Israel commanded: “You must not go around among your people for the sake of slandering. You must not stand up against your fellow’s blood.” (Le 19:16) The seriousness of slander is here emphasized by pointing out that in some instances false charges might actually lead to execution. False witnesses have many times been instrumental in causing the death of innocent persons.—1Ki 21:8-13; Mt 26:59, 60.
Sometimes matters are confidential, but the slanderer delights in revealing them to others who have no right to know. (Pr 11:13) The slanderer gets pleasure in revealing things that cause sensation. The one listening to slander is also wrong and is damaging himself. (Pr 20:19; 26:22) A person may be turned away from his friends because of some defamatory remark about them made by a slanderer, and enmities and divisions may develop.—Pr 16:28.
The Scriptures foretell that the notable presence of slanderers would be one of the marks of “the last days.” (2Ti 3:1-3) Such persons, men or women, if present among God’s people, are to be reproved and corrected by responsible ones in the Christian congregation. (1Ti 3:11; Tit 2:1-5; 3Jo 9, 10) Slander, in causing contention (Pr 16:28), thus produces certain “works of the flesh” (such as hatreds, contentions, and divisions) that will prevent the slanderer and others he leads into wrongdoing from inheriting God’s Kingdom. (Ga 5:19-21) Though the slanderer may be sly and deceitful, his badness will be uncovered in the congregation. (Pr 26:20-26) Jesus exposed the slanderous Judas (Joh 6:70) to his apostles and then dismissed Judas from his company. What then took place led to Judas’ destruction.—Mt 26:20-25; Joh 13:21-27; 17:12.
A form of slander is reviling, the practice of which merits cutting off from the Christian congregation, for revilers are condemned by the Scriptures as unworthy of life. (1Co 5:11; 6:9, 10) Slander and reviling are often associated with rebellion against God or against those he has duly constituted and appointed to govern the congregation of his people. A case in point is that of Korah and his associates, who spoke in slanderous terms against Moses and Aaron in rebelling against God’s arrangement. (Nu 16:1-3, 12-14) Jude calls attention to these rebellious ones and their end when he warns Christians against abusive speech, murmuring, complaining, and speaking “swelling things.”—Jude 10, 11, 14-16.
Que cierto es, y que facil se cae hoy en dia en estas cosas que parecen de poca monta, por que ya nadie cree a nadie.
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