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Saturday, January 8, 2011

Las ovejas y las cabras

EL REY Y SUS “HERMANOS”

 Cuando habló a sus apóstoles acerca de “la conclusión del sistema de cosas”, Jesús usó varias parábolas o ilustraciones. En la última, dijo: “Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. Y todas las naciones serán juntadas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha, pero las cabras a su izquierda”. (Mateo 24:3; 25:31-33.)

 Note que aquí Jesús se llama “el Hijo del hombre”, como ya lo había hecho varias veces antes en esta profecía (Mateo 24:27, 30, 37, 39, 44). Su uso de esta expresión fue un recordatorio de la visión profética que se dio a Daniel aproximadamente seis siglos antes, acerca de la cual el profeta escribió: “Seguí contemplando en las visiones de la noche, y, ¡pues vea! con las nubes de los cielos sucedía que venía alguien como un hijo del hombre [Jesucristo]; y al Anciano de Días [Jehová Dios] obtuvo acceso, y lo presentaron cerca, aun delante, de Aquél. Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación indefinidamente duradera que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas” (Daniel 7:13, 14; Hebreos 2:5-8). Esa autoridad de gobernar ya ha sido dada a Jesucristo. A partir de 1914 él gobierna desde su trono celestial. ¿Cómo ha respondido usted personalmente a Su gobernación? ¿Prueba su modo de vivir que usted manifiesta debido respeto a Aquel a quien Dios mismo ha hecho Gobernante de toda la Tierra?

 No basta con simplemente palabras. Es fácil para alguien decir que cree en el Reino de Dios y que ama a Jesucristo. Pero en su parábola de las ovejas y las cabras Jesús mostró que, puesto que él se hallaría en invisibilidad en los cielos, un factor clave que él tomaría en consideración para determinar lo genuinas que fueran las alegaciones de alguien sería la manera como esa persona tratara a los que representan a Cristo en la Tierra, sus “hermanos”. (Mateo 25:40, 45.)

 ¿Quiénes son éstos? Aquellos a quienes Dios ha escogido de entre la humanidad para que hereden con Cristo el Reino celestial. Son 144.000, y solo queda un resto de ellos todavía en la Tierra (Revelación 14:1, 4). Porque han ‘nacido otra vez’ mediante el funcionamiento del espíritu de Dios, son hijos de Dios, y por esta razón en las Escrituras se les llama “hermanos” de Jesucristo (Juan 3:3; Hebreos 2:10, 11). Jesús cuenta lo que la gente hace a estos “hermanos”, hasta al ‘más pequeño’ de ellos, como si se le hiciera a él.

 ¿Dónde están estos “hermanos” de Cristo en nuestro día? ¿Los hallaría usted entre los que asisten a las iglesias de la cristiandad? Pues bien, ¿qué dijo Jesús acerca de sus seguidores verdaderos? “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16). ¿Se puede decir eso, realmente, de las iglesias de la cristiandad y sus miembros? En gran medida, las actitudes y la conducta de los miembros de esas iglesias sencillamente reflejan las que son comunes en la parte del mundo donde se encuentran. Es bien conocida la participación de las iglesias en la política. Cuando se estaba formulando la Carta de las Naciones Unidas en 1945, hubo delegaciones protestantes, católicas y judías presentes como consejeros. En los últimos años, papas de Roma han alabado a las Naciones Unidas como “la última esperanza de concordia y paz” y “el foro supremo de la paz y la justicia”. El Concilio Mundial de Iglesias, que cuenta como miembros a unos 300 grupos religiosos, hasta ha provisto fondos que se han usado para pagar revoluciones políticas. Sin embargo, Jesucristo dijo al gobernador romano Pilato: “Mi reino no es parte de este mundo”. (Juan 18:36.)

 Los hechos muestran que un solo grupo se ha puesto firmemente de parte del Reino, y ha dedicado esfuerzo vigoroso a proclamarlo por todo el mundo, mientras ha evitado toda clase de envolvimiento en los asuntos políticos del mundo. Este grupo es el de los testigos de Jehová. Entre ellos se encuentran los que quedan de los “hermanos” de Cristo. Éstos, en imitación de su Amo y los apóstoles de él, se han dado con devoción a ir de ciudad en ciudad y de casa en casa anunciando a la gente las buenas nuevas del Reino de Dios (Lucas 8:1; Hechos 8:12; 19:8; 20:20, 25). En 1919, en una asamblea de los testigos de Jehová (conocidos entonces como Estudiantes Internacionales de la Biblia) en Cedar Point, Ohio, E.U.A., a los concurrentes se les recordó que su “vocación era y es anunciar el glorioso Reino entrante del Mesías”. En una asamblea similar en 1922 se dio énfasis a esto de nuevo, y se dio esta exhortación a los presentes: “Anunciad, anunciad, anunciad al Rey y su reino”. Por todo medio a su disposición, ellos han continuado haciendo esto hasta este mismo día por todo el mundo (Mateo 24:14). Por la actividad de ellos, la cuestión del Reino le ha sido presentada a usted. ¿Qué está haciendo usted al respecto?

‘LO HICIERON A UNO DE MIS HERMANOS’

 Los “hermanos” de Cristo, que tienen la unción del espíritu, se han visto bajo pruebas severas por predicar denodadamente el Reino de Dios, mientras se mantienen separados del mundo (Juan 15:19, 21). Algunos han experimentado hambre, sed y falta de ropa. Muchos han partido de sus hogares para servir en zonas donde han sido extranjeros. Mientras cumplían con su ministerio, han padecido enfermedades y experimentado encarcelamiento, y algunos hasta han muerto a manos de perseguidores. Estas experiencias de los “hermanos” de Cristo han hecho que personas de todas las naciones se vean ante una prueba. ¿Haría el amor a Dios y a Cristo que estas personas ayudaran a estos embajadores del Reino celestial? (Mateo 25:35-40; compárese con 2 Corintios 5:20.) Lo que el rey cuenta como algo que se ha hecho a él personalmente no es principalmente el despliegue de bondad humanitaria, sino la ayuda que se da a ellos porque pertenecen a Cristo. (Marcos 9:41; Mateo 10:42.)

 Jesús asemeja a ovejas a las personas que dan tal ayuda. Usa el término “cabras” para referirse a los individuos que no dan ayuda a sus “hermanos”. Éstos, las “cabras”, quizá protesten, y digan que no han visto a Jesucristo. Pero él ha enviado sus siervos a ellos, y éstos se han identificado claramente. Puede que no todas las “cabras” persigan a los “hermanos” de Cristo, pero tampoco se sienten impulsadas, por amor al Rey celestial, a acudir en ayuda de los representantes del Rey (Mateo 25:41-45). Se adhieren al mundo del cual Satanás el Diablo es el gobernante invisible. Las “ovejas” tampoco pueden ver literalmente a Cristo. Sin embargo, en contraste con las “cabras”, estas personas prueban que no temen identificarse con los “hermanos” de Cristo, y apoyan a estos proclamadores del Reino de Dios. Las “ovejas” saben lo que están haciendo, y de manera positiva optan por favorecer al Reino de Dios mediante Jesucristo. Por eso su acción tiene mérito a los ojos del Rey.

 Sin embargo, ¿cómo es posible que gente de todas las naciones sea juzgada con esto como base? ¿No dijo Jesús que sus “hermanos”, a quienes el Padre daría el Reino celestial, serían solo un “rebaño pequeño”? (Lucas 12:32.) Muchas personas jamás llegan a comunicarse personalmente con uno de ellos. Eso es verdad, pero los “hermanos” de Cristo componen el núcleo de la organización internacional de los testigos de Jehová. Mediante este pueblo organizado se está presentando a la gente de todas partes la vital cuestión del Reino. Todo está siendo dirigido por Cristo mismo desde su trono celestial y con la ayuda de los ángeles. En unos 200 países y grupos insulares alrededor del globo terráqueo —hasta en lugares donde la predicación del Reino de Dios está proscrita por el gobierno— la obra de división que se efectúa entre la gente sigue adelante irresistiblemente, y una gran muchedumbre de personas está declarándose de parte del Reino de Dios.

 ¿Cómo muestran esto? Al trabajar lado a lado con los ungidos en proclamar celosamente que el Reino gobierna y que pronto pondrá fin al sistema mundial. Así se identifican públicamente como personas que se han declarado de parte del Reino Mesiánico de Jehová, y amorosamente instan a otras personas a que hagan lo mismo. Estas personas de corazón recto tienen como motivo algo que es mucho mayor que el deseo de sobrevivir. Verdaderamente aman a Jehová y sus caminos. La provisión de Su Reino con Cristo como Rey les llena de gratitud el corazón, y ellas desean que otras personas se beneficien de esta provisión. Por eso participan en dar el testimonio del Reino hasta el mayor grado posible. En armonía con la instrucción que Jesús dio a sus discípulos, ‘buscan primero el reino’, y no permiten que la ansiedad por las necesidades materiales empujen el Reino a un lugar secundario. De este modo se encaminan a recibir una magnífica bendición. (Mateo 6:31-33.)

¿‘HEREDARÁ EL REINO’ USTED?

 Lo que espera a los que resultan ser las “ovejas” de la parábola de Jesús ciertamente es maravilloso. Desde su trono celestial, él dice a ellos: “Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Desde “la fundación del mundo”, cuando Adán y Eva empezaron a producir hijos que pudieran beneficiarse de la provisión de Dios para redimir a la humanidad, de acuerdo con Génesis 3:15, 16, Jehová tuvo presente una recompensa para estas “ovejas”. (Compárese con Lucas 11:50, 51.) Estas personas tienen la oportunidad de disfrutar, en el Paraíso restaurado, de la perfección de vida humana que perdió Adán. El que “hereden el reino” no significa que irán al cielo, porque la parábola muestra que las “ovejas” no son lo mismo que los “hermanos” del Rey, quienes son herederos del Reino celestial. De modo que las “ovejas” deben ser súbditos terrestres de ese gobierno celestial. El Greek-English Lexicon (Léxico griego-inglés) de Liddell y Scott declara que el término griego basileia, que se traduce “reino” aquí, puede entenderse en sentido pasivo, con el significado de “ser gobernado por un rey”. Éste, obviamente, es el sentido que aplica en este caso.

 Cuando las “cabras” parten hacia el “cortamiento eterno”, a una destrucción tan completa como si fuera por fuego, las “ovejas” son protegidas o salvaguardadas por el Rey Mesiánico. (Mateo 25:41, 46; compárese con Revelación 21:8.) Puesto que no tendrán que morir, serán conservadas a través de la gran tribulación y entrarán en la gloriosa “nueva tierra” que estará libre de la vil influencia de Satanás y su inicuo sistema de cosas. Tendrán esa bendición porque están tomando la decisión correcta en cuanto a la cuestión del Reino ahora.

 Sería un grave error razonar que, puesto que la destrucción de las “cabras” será permanente, la parábola no podría aplicar sino hasta algún tiempo posterior, quizá durante el Reinado Milenario de Cristo. Contrario a eso está el hecho de que Jesús dio esta parábola como parte de la señal de “la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 24:3). Lo que él describe tiene lugar después que él es entronizado, pero también mientras sus “hermanos” todavía están en la carne y experimentando las dificultades que él menciona. Vivimos en ese tiempo, y ese tiempo está llegando a su fin rápidamente. Por tanto, ¡cuán vital es, no solo poner plena confianza en el Reino, sino ayudar a otras personas a ver la importancia de hacer eso ahora!

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