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Wednesday, January 5, 2011

¿Por qué debemos observar la Cena del Señor?


“Yo recibí del Señor lo que también les transmití.” (1 CORINTIOS 11:23.)
EL Hijo unigénito de Jehová estaba allí presente, así como también once hombres que ‘con constancia habían continuado con él en sus pruebas’ (Lucas 22:28). Era la noche del jueves 31 de marzo del año 33 de la era común, y una luna llena muy seguramente adornaba los cielos de Jerusalén. Jesucristo y sus apóstoles acababan de celebrar la Pascua. Aunque ya se había despedido al traidor Judas Iscariote, para los demás aún no era momento de partir, pues Jesús estaba a punto de hacer algo de suma importancia. ¿Qué era?

 Dejemos que el evangelista Mateo, testigo presencial de los hechos, nos narre lo sucedido: “Jesús tomó un pan y, después de decir una bendición, lo partió y, dándolo a los discípulos, dijo: ‘Tomen, coman. Esto significa mi cuerpo’. También, tomó una copa y, habiendo dado gracias, la dio a ellos, diciendo: ‘Beban de ella, todos ustedes; porque esto significa mi “sangre del pacto”, que ha de ser derramada a favor de muchos para perdón de pecados’” (Mateo 26:26-28). ¿Volvería a repetirse este acontecimiento? ¿Cuál era su relevancia? ¿Qué representa para nosotros hoy día?

“Sigan haciendo esto”

 El acto que Jesucristo realizó la noche del 14 de Nisán del año 33 E.C. fue mucho más que un suceso pasajero en su vida. El apóstol Pablo hizo referencia al mismo cuando escribió a los cristianos ungidos de Corinto, quienes más de veinte años después seguían imitando el modelo fijado en aquella ocasión. Aunque él no estuvo con Jesús y los once apóstoles en el año 33 E.C., sin duda conocía por boca de varios de ellos lo que había sucedido. Además, parece ser que Pablo recibió confirmación de este acontecimiento mediante una revelación inspirada, de modo que pudo decir: “Yo recibí del Señor lo que también les transmití, que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó un pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘Esto significa mi cuerpo a favor de ustedes. Sigan haciendo esto en memoria de mí’. Hizo lo mismo respecto a la copa también, después de haber cenado, al decir: ‘Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre. Sigan haciendo esto, cuantas veces la beban, en memoria de mí’” (1 Corintios 11:23-25).

 El evangelista Lucas confirma el mandato de Jesús: “Sigan haciendo esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Esta frase también se ha vertido: “Hagan esto en conmemoración mía” (Nuevo Testamento, traducción de Pedro Ortiz V.) y “Hagan esto en recuerdo mío” (Biblia de Jerusalén Latinoamericana). De hecho, a esta observancia con frecuencia se la denomina la Conmemoración de la muerte de Cristo. Pablo la llama asimismo la Cena del Señor, designación muy acertada si se tiene en cuenta que fue instituida de noche (1 Corintios 11:20). A los cristianos se les manda observar la Cena del Señor. Ahora bien, ¿por qué motivo se instituyó?

Por qué se instituyó

 Una razón por la que se instituyó la Conmemoración tuvo que ver con uno de los objetivos de la muerte de Jesús. Al morir como defensor de la soberanía de su Padre celestial, Cristo probó que Satanás el Diablo, quien había acusado falsamente a los seres humanos de servir a Dios solo por intereses egoístas, era un mentiroso (Job 2:1-5). Su muerte en fidelidad demostró la falsedad de dicha alegación y regocijó el corazón de Jehová (Proverbios 27:11).

 Otra razón por la que se instituyó la Cena del Señor fue para recordarnos que con su muerte como ser humano perfecto y sin pecado, Jesús ‘dio su alma en rescate en cambio por muchos’ (Mateo 20:28). Cuando el primer hombre pecó contra Dios, perdió la vida humana perfecta y todas las perspectivas que esta ofrecía. Sin embargo, Jesús dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). En efecto, “el salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). La Cena del Señor nos recuerda el gran amor que tanto Jehová como su Hijo nos mostraron mediante la muerte expiatoria de este, un amor por el que debemos estar sumamente agradecidos.

¿Cuándo debe observarse?

 Aludiendo a la Cena del Señor, Pablo mencionó: “Cuantas veces coman este pan y beban esta copa, siguen proclamando la muerte del Señor, hasta que él llegue” (1 Corintios 11:26). Cada uno de los cristianos ungidos participaría de los emblemas de la Conmemoración hasta su muerte. Así proclamarían de forma reiterada, ante Jehová Dios y ante el mundo, su fe en el sacrificio redentor de Jesús proporcionado por Dios.

 ¿Hasta cuándo observarían los cristianos ungidos, en conjunto, la Conmemoración de la muerte de Cristo? “Hasta que él llegue”, contesta Pablo, sin duda queriendo decir que seguiría celebrándose hasta que Jesús llegara para recibir a sus seguidores ungidos en el cielo mediante la resurrección, lo cual sucedería durante su “presencia” (1 Tesalonicenses 4:14-17). Lo anterior armoniza con estas palabras de Jesús a los once apóstoles leales: “Si prosigo mi camino y les preparo un lugar, vengo otra vez y los recibiré en casa a mí mismo, para que donde yo estoy también estén ustedes” (Juan 14:3).

 Al instituir la Conmemoración, Jesús dijo lo siguiente a sus apóstoles fieles con respecto a la copa de vino: “De ningún modo beberé yo más del producto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Marcos 14:25). Puesto que Jesús no bebería vino de manera literal en el cielo, es obvio que estaba pensando en el regocijo simbolizado a veces por el vino (Salmo 104:15; Eclesiastés 10:19). Estar juntos en el Reino constituiría una feliz experiencia que él y los seguidores de sus pasos esperarían anhelantes (Romanos 8:23; 2 Corintios 5:2).

 ¿Debería conmemorarse la muerte de Jesús todos los meses, todas las semanas o incluso todos los días? No. Jesús instituyó la Cena del Señor y murió el día de la Pascua, que se celebraba en “memoria” de la liberación de Israel del cautiverio egipcio en 1513 a.E.C. (Éxodo 12:14). La Pascua tenía lugar solo una vez al año, el día decimocuarto del mes judío de Nisán (Éxodo 12:1-6; Levítico 23:5). Este hecho indica que la muerte de Jesús debía conmemorarse con la misma periodicidad que la Pascua: una vez al año, y no mensual, semanal ni diariamente.

 Por consiguiente, lo apropiado es observar la Conmemoración todos los años el 14 de Nisán. Cierta obra de consulta señala: “A los cristianos de Asia Menor se les llamaba cuartodecimanos por su costumbre de celebrar la Pascua invariablemente el día decimocuarto del mes de Nisán [...]. La fecha podía caer en viernes o en cualquier otro día de la semana” (The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, vol. IV, pág. 44).

 Comentando la costumbre que se seguía en el siglo II de la era común, el historiador J. L. von Mosheim dice que los cuartodecimanos observaban la Conmemoración el 14 de Nisán porque “consideraban que el ejemplo de Cristo tenía fuerza de ley”. Otro historiador declara: “La costumbre de las iglesias cuartodecimanas de Asia era la misma que la de la iglesia de Jerusalén. En el siglo II, dichas iglesias conmemoraban en su Pascua del 14 de Nisán la redención lograda por la muerte de Cristo” (Studia Patristica, 1962; vol. V, pág. 8).

Significado del pan

 Cuando Jesús instituyó la Conmemoración, “tomó un pan, y habiendo dicho una bendición, lo partió y se lo dio a [los apóstoles]” (Marcos 14:22). El pan del que disponían en aquella ocasión era el mismo que acababan de usar en la cena pascual (Éxodo 13:6-10). Cocido al horno y sin levadura, era plano y quebradizo, y había que partirlo con el fin de distribuirlo. Cuando Jesús multiplicó milagrosamente los panes para alimentar a millares de personas, estos también eran en forma de tortas delgadas y duras, pues él los partió para distribuirlos (Mateo 14:19; 15:36). Así pues, parece que el acto de partir el pan de la Conmemoración carece de significado espiritual.

 Con respecto al pan utilizado al instituir la Conmemoración, Jesús dijo: “Esto significa mi cuerpo a favor de ustedes” (1 Corintios 11:24; Marcos 14:22). Era apropiado que el pan fuera ácimo, es decir, sin levadura, pues la levadura puede simbolizar maldad, perversidad o pecado (1 Corintios 5:6-8). El pan representó el cuerpo humano perfecto y sin pecado de Jesús, ofrecido como adecuado sacrificio redentor (Hebreos 7:26; 10:5-10). Los testigos de Jehová tomamos en consideración este hecho y seguimos el precedente que sentó Jesús al utilizar pan sin levadura en la Conmemoración. En ocasiones se han usado matzos (panes ácimos que se comen durante la Pascua judía) sin sazonar y sin ingredientes añadidos, como cebollas o huevos. También se puede elaborar pan sin levadura mezclando una pequeña cantidad de harina integral (si es posible, de trigo) con un poco de agua, aplanando la masa con un rodillo y cociéndola sobre una plancha metálica ligeramente aceitada, hasta que el pan quede seco y crujiente.

Significado del vino

 Tras haber pasado el pan sin levadura, Jesús tomó en sus manos una copa, “ofreció gracias y se la dio a [los apóstoles], y todos bebieron de ella”. Luego explicó: “Esto significa mi ‘sangre del pacto’, que ha de ser derramada a favor de muchos” (Marcos 14:23, 24). ¿Qué contenía la copa? Vino fermentado, no jugo de uva sin fermentar. Cuando las Escrituras hablan del vino, no se refieren al zumo de la uva antes de fermentar. Por ejemplo, el vino fermentado, y no el jugo de uva, reventaría los “odres viejos”, como dijo Jesús. Asimismo, los enemigos de Cristo lo acusaron de ser un hombre “dado a beber vino”, acusación que carecería de sentido si el vino fuera simplemente jugo de uva (Mateo 9:17; 11:19). En el transcurso de la cena pascual se bebía vino, y Cristo lo utilizó al instituir la Conmemoración de su muerte.

 Solo el vino tinto constituye un símbolo apropiado de lo que representa el contenido de la copa, a saber, la sangre derramada de Jesús. Él mismo dijo: “Esto significa mi ‘sangre del pacto’, que ha de ser derramada a favor de muchos”. Y el apóstol Pedro escribió: “Ustedes [los cristianos ungidos] saben que no fue con cosas corruptibles, con plata u oro, con lo que fueron librados de su forma de conducta infructuosa recibida por tradición de sus antepasados. Más bien, fue con sangre preciosa, como la de un cordero sin tacha e inmaculado, sí, la de Cristo” (1 Pedro 1:18, 19).

 No cabe duda de que fue vino de uvas negras o tintas lo que Jesús empleó al instituir la Conmemoración. Sin embargo, algunos vinos tintos de la actualidad son inaceptables porque están fortalecidos con otras bebidas alcohólicas, generalmente brandy, o porque se les han agregado hierbas y especias. La sangre de Jesús era de por sí adecuada, no necesitaba que se le añadiera nada. Por lo tanto, vinos como el oporto, el jerez o el vermú no son apropiados. La copa de la Conmemoración debe contener vino tinto sin edulcorantes ni sustancias fortalecedoras. Puede ser uno de fabricación casera hecho con uvas negras sin endulzar o un vino del tipo del borgoña o del clarete.

 Al instituir esta cena, Jesús no realizó un milagro convirtiendo literalmente los emblemas en su carne y sangre. Comer carne y beber sangre de seres humanos sería canibalismo, lo que constituiría una violación de la ley divina (Génesis 9:3, 4; Levítico 17:10). Jesús aún conservaba su cuerpo y su sangre intactos. No ofreció su cuerpo como sacrificio perfecto ni derramó su sangre sino hasta la siguiente tarde del mismo día judío, 14 de Nisán. Por consiguiente, el pan y el vino utilizados en la Conmemoración poseen un carácter emblemático: representan la carne y la sangre de Cristo.

La Conmemoración, una comida de comunión

 Cuando Jesús instituyó la Conmemoración, invitó a sus apóstoles fieles a beber de una misma copa. Según el Evangelio de Mateo, Jesús “tomó una copa y, habiendo dado gracias, la dio a ellos, diciendo: ‘Beban de ella, todos ustedes’” (Mateo 26:27). Utilizar “una copa” en vez de varias no representó ningún problema, pues en aquella ocasión solo había once comensales que, por lo visto, compartían una misma mesa y podían fácilmente pasar la copa de mano en mano. Este año, millones de personas se reunirán para celebrar la Cena del Señor en las más de noventa y cuatro mil congregaciones de los testigos de Jehová que existen por todo el mundo. Con tantos asistentes la misma noche, una copa no bastaría. Pero el principio se mantiene en las congregaciones grandes empleando varias copas, a fin de que se pasen entre los concurrentes en un período de tiempo razonable. De igual manera, puede utilizarse más de un plato para el pan. Si bien no hay nada en las Escrituras que indique que la copa deba tener un diseño especial, sí debe, juntamente con el plato, reflejar la dignidad de la ocasión. No es prudente llenarla tanto que el vino se derrame al pasarla entre los presentes.

 Aun cuando pueden emplearse más de un plato de pan y una copa de vino, la Conmemoración es una comida de comunión. En el antiguo Israel, un hombre podía tener una comida de comunión llevando un animal al santuario de Dios para que lo degollaran. Una porción de la víctima se quemaba sobre el altar, otra correspondía al sacerdote que oficiaba, y una tercera era para los hijos sacerdotales de Aarón; también participaban de la comida el oferente y su familia (Levítico 3:1-16; 7:28-36). De igual modo, la Conmemoración es una comida de comunión porque hay una participación conjunta.

 Jehová es uno de los participantes de esta comida por ser quien le dio origen. Jesús es el sacrificio, y los cristianos ungidos participan unidamente de los emblemas. Comer a la mesa de Jehová significa que los comensales están en paz con él. Por ello, Pablo escribió: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es un participar de la sangre del Cristo? El pan que partimos, ¿no es un participar del cuerpo del Cristo? Porque hay un solo pan, nosotros, aunque muchos, somos un solo cuerpo, porque todos participamos de ese solo pan” (1 Corintios 10:16, 17).

 La Cena del Señor es la única observancia religiosa anual de los testigos de Jehová, lo cual es adecuado, pues Jesús mandó a sus discípulos: “Sigan haciendo esto en memoria de mí”. Con ella conmemoramos la muerte de Jesús, una muerte que apoyó la soberanía de Jehová. Como hemos visto, en esta comida de comunión, el pan significa el cuerpo humano sacrificado de Cristo, y el vino, su sangre derramada. No obstante, son muy pocos los que participan del pan y el vino emblemáticos. ¿Por qué razón? ¿Posee la Conmemoración un significado real para los millones de personas que no participan? En realidad, ¿qué sentido debe tener para usted la Cena del Señor?

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