[La] justicia [de Jehová] subsiste para siempre (Sal. 111:3).
Las obras de los seres humanos imperfectos rara vez se basan en la justicia; más bien, suelen ser producto de la codicia, la envidia y la arrogancia. Tenemos un ejemplo en las diabólicas armas que los hombres fabrican, un negocio que les reporta grandes ganancias, pues se emplean en las guerras que ellos mismos fomentan. Y, como bien sabemos, dichas guerras han causado enorme sufrimiento y angustia a millones de víctimas inocentes. Además, muchas obras humanas se han logrado oprimiendo a los pobres. En la antigüedad, por ejemplo, se utilizó a un sinnúmero de esclavos para construir las pirámides de Egipto, cuyo principal objetivo era servir de tumba a los altivos faraones. Y hoy en día, buena parte de las obras humanas no solo oprimen al mismo hombre, sino que, además, están “arruinando la tierra” (Rev. 11:18). ¡Qué diferentes son las obras de Jehová! Él siempre actúa con justicia. Una de sus obras es el misericordioso rescate que ofreció para salvar a la humanidad. Esta fue una manera de “exhibir su propia justicia” (Rom. 3:25, 26). No cabe duda: “su justicia subsiste para siempre”.
Tuesday, October 5
[Jehovah’s] righteousness is standing forever.—Ps. 111:3.
The works of sinful mankind are seldom based on righteousness. Often they are an expression of greed, envy, and haughtiness. That is evident from the fiendish weapons men produce for the wars they foment and for economic gain. These bring untold misery and horror to millions of innocent victims. Also, many human works have been accomplished at the expense of the oppressed poor. An example is the use of slaves to build the pyramids. Those mainly served as burial places for the proud Pharaohs. Moreover, many of mankind’s present-day works not only are oppressive but are “ruining the earth.” (Rev. 11:18) How different it is with Jehovah’s works, which are always based on what is right! His works include the merciful provision for the salvation of sinful mankind. In providing the ransom, God was ‘exhibiting his own righteousness.’ (Rom. 3:25, 26) Indeed, “his righteousness is standing forever”!
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