La oración es un privilegio y forma parte de la adoración a Dios, por lo que solo debemos orarle a él (Mateo 4:10; 6:9). Puesto que somos imperfectos, debemos orar en el nombre de Jesús porque él es el camino designado (Juan 14:6). Jehová no quiere que repitamos oraciones memorizadas o escritas, sino que oremos de corazón. (Lea Mateo 6:7 y Filipenses 4:6, 7.)
Nuestro Creador escucha incluso las oraciones que se hacen en silencio (1 Samuel 1:12, 13). Y nos invita a orar en todo momento, como al comienzo y al final del día, a la hora de comer o cuando nos enfrentamos a problemas. (Lea Salmo 55:22 y Mateo 15:36.)
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