Para funcionar, el corazón literal tiene que estar completo, pero el corazón figurativo puede estar dividido. Siendo obviamente un hombre agradable al corazón de Jehová, el salmista escribió bajo inspiración: “A los de corazón irresoluto he odiado”. (Salmo 119:113.) Entre esos se encontraban los israelitas a quienes Elías desafió, diciéndoles: “¿Hasta cuándo irán cojeando sobre dos opiniones diferentes? Si Jehová es el Dios verdadero, vayan siguiéndolo; pero si Baal lo es, vayan siguiéndolo a él”. (1 Reyes 18:21.) De manera irresoluta ‘cojeaban sobre dos opiniones diferentes’.
De modo similar, después que Judá regresó a la adoración de Jehová, pero no de lleno, el registro dice: “No obstante, el pueblo todavía estaba sacrificando sobre los lugares altos; solo que era a Jehová su Dios”. (2 Crónicas 33:17.) Con corazón dividido alegaban que adoraban a Jehová, pero lo hacían de una manera que no estaba autorizada y en lugares donde anteriormente habían adorado a Baal. Jesús dijo: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos”. (Mateo 6:24.) En aquellos tiempos los esclavos eran una propiedad. Estaban al servicio de su amo las 24 horas del día. Su tiempo no lo podían dividir entre dos amos, una mitad para uno y la otra mitad para otro. Jesús estaba subrayando el siguiente punto: ¡ningún servicio dividido a Jehová!
Cada persona solo tiene un corazón literal, pero, en sentido figurado, puede tener dos. David hizo referencia a esas personas al decir: “Con labio meloso siguen hablando aun con corazón doble [literalmente en hebreo: “con un corazón y un corazón”]”. (Salmo 12:2.) Tienen un corazón con el que se presentan a la gente y otro con el que secretamente traman para satisfacer sus propios intereses. Esta actitud de dos caras, de corazón doble, se describe en las Escrituras de la siguiente manera: “Porque como quien ha calculado dentro de su alma, así es él. ‘Come y bebe’, te dice, pero su corazón mismo no está contigo”. “Aunque haga benévola su voz, no creas en él, porque hay siete cosas detestables en su corazón.” (Proverbios 23:7; 26:25; Salmo 28:3.)
Semejante hipocresía en las relaciones humanas es deplorable, pero cuando esta se siembra en la adoración de Jehová, se siega calamidad. “No cifren su confianza en palabras falaces, diciendo: ‘¡El templo de Jehová, el templo de Jehová, el templo de Jehová son ellos!’. Sucede que ustedes están cifrando su confianza en palabras falaces... ciertamente no será de ningún provecho en absoluto. ¿Acaso se puede hurtar, asesinar y cometer adulterio y jurar en falso y hacer humo de sacrificio a Baal y andar tras otros dioses que ustedes no habían conocido, y acaso tienen que venir ustedes y estar de pie delante de mí en esta casa sobre la cual se ha llamado mi nombre, y tienen que decir: ‘Ciertamente seremos librados’, a pesar de hacer todas estas cosas detestables?” (Jeremías 7:4, 8-10.) Jesús denunció tal hipocresía proveniente del corazón doble de los escribas y los fariseos, y dijo: “Hipócritas, aptamente profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí’”. (Mateo 15:7, 8.)
Todo esto nos permite ver con claridad por qué Jehová le dijo a Samuel: “No de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón”. (1 Samuel 16:7.) Por lo tanto, cuando Jehová examina a alguien, no lo hace basándose en hechos superficiales, sino que sondea hasta el mismo corazón. Cristo Jesús identificó al corazón como la fuerza que motiva nuestra conducta, ya sea buena o mala, y dijo: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón produce lo bueno; pero el hombre inicuo produce lo que es inicuo de su tesoro inicuo; porque de la abundancia del corazón habla su boca”. También dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias”. (Lucas 6:45; Mateo 15:19.)
Cristo Jesús, a quien se le ha encargado dictar juicio, también se fija en lo mismo que Jehová y revela esto al decir: “Yo soy el que escudriña los riñones [o: “emociones más profundas”] y corazones, y a ustedes les daré individualmente según sus hechos”. (Revelación 2:23.) Por esta razón, ‘más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarde su corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida’. (Proverbios 4:23.)
Debemos adorar a Jehová con un corazón que no sea ni irresoluto ni doble, sino completo. Esto requiere un esfuerzo diligente de nuestra parte. ¿Por qué? Porque el corazón es traicionero y puede ser muy engañoso. Amedrenta ver lo habilidoso que es en buscar una aparente excusa a los males que le atraen a nuestra carne caída. Aunque puede engañarnos y esconder de nosotros mismos los verdaderos motivos que tengamos, Jehová, sin embargo, lo ve exactamente como es. Él nos advierte diciéndonos: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo? Yo, Jehová, estoy escudriñando el corazón, examinando los riñones, aun para dar a cada uno conforme a sus caminos, conforme al fruto de sus tratos”. (Jeremías 17:9, 10.)
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