Jesús siempre respaldó las normas divinas sobre moralidad sexual. Dijo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Mat. 19:4-6). Cristo sabía, además, que lo que entra por los ojos llega hasta el corazón. Por eso, en el Sermón del Monte señaló: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘No debes cometer adulterio’. Pero yo les digo que todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mat. 5:27, 28). La persona que no hace caso de estos consejos de Jesús está alimentando en su interior amor por la maldad.
A fin de fomentar la inmoralidad, Satanás ha inundado la sociedad actual de imágenes pornográficas. Una vez que se contemplan, son difíciles de borrar de la mente, y llegan a crear adicción. Así le sucedió a un cristiano, quien confiesa: “Miraba pornografía en secreto. Había creado mi propio mundo de fantasía, y lo veía como algo aparte del mundo donde servía a Jehová. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero aun así me decía que Dios seguía aceptando mi adoración”. ¿Qué le ayudó a cambiar de actitud? “Aunque fue lo más difícil que he tenido que hacer —explica—, decidí hablar del problema con los ancianos.” Con el tiempo, logró vencer aquel sucio hábito. “Una vez que me libré de ese pecado —señala—, sentí por fin que mi conciencia estaba limpia de verdad.” No hay duda: solo se puede odiar la pornografía si se ha aprendido a odiar la maldad.
La música y la letra de las canciones pueden dejar una profunda huella en nuestros sentimientos y, por consiguiente, en nuestro corazón. Es verdad que la música es un don de Dios y que se ha utilizado por siglos en su adoración (Éxo. 15:20, 21; Efe. 5:19). Pero no es menos cierto que las canciones de este mundo ensalzan la inmoralidad (1 Juan 5:19). ¿Cómo podemos determinar si lo que escuchamos nos está corrompiendo?
Pudiéramos preguntarnos: “¿Qué dicen las canciones que escucho? ¿Exaltan el asesinato, el adulterio, la fornicación y el lenguaje obsceno? Si le leyera la letra a otra persona, ¿pensaría ella que detesto la maldad o, por el contrario, que tengo el corazón contaminado?”. No podemos afirmar que odiamos el pecado y al mismo tiempo escuchar canciones que lo alaban. Jamás olvidemos lo que dijo Jesús: “Las cosas que proceden de la boca salen del corazón, y esas cosas contaminan al hombre. Por ejemplo, del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mat. 15:18, 19; compárese con Santiago 3:10, 11).
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