1. Benjamita que se unió a David mientras este se hallaba en Ziqlag. Llegó a ser uno de los hombres poderosos de David. (1Cr 12:1-4.)
2. Gadita que se unió a David “en el lugar de difícil acceso en el desierto” mientras huía de Saúl. Era el quinto de esos “hombres valientes, poderosos, [...] cuyos rostros eran rostros de leones, y [que] eran como las gacelas sobre las montañas en cuanto a velocidad”. De estos cabezas gaditas del ejército de David se dice que “el menor era igual a cien, y el mayor a mil”. Estos “cruzaron el Jordán en el mes primero cuando estaba desbordándose por todas sus riberas, y entonces hicieron huir a todos los de las llanuras bajas, al oriente y al oeste”. (1Cr 12:8-15.)
3. Décimo de los cabezas gaditas del ejército de David, a quien aplica lo mismo que se dice del núm. 2. (1Cr 12:13, 14.)
4. Cabeza de una casa paterna en tiempos de los reyes, que pertenecía a la media tribu de Manasés ubicada al E. del Jordán. Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés (entre quienes se hallaban los descendientes de este Jeremías) “empezaron a actuar infielmente para con el Dios de sus antepasados y se pusieron a tener ayuntamiento inmoral con los dioses de los pueblos de la tierra, a quienes Dios había aniquilado de delante de ellos. En consecuencia, el Dios de Israel excitó el espíritu de Pul el rey de Asiria, aun el espíritu de Tilgat-pilnéser el rey de Asiria, de manera que [en los días de Péqah, el rey de Israel] él se llevó al destierro a los de los rubenitas y de los gaditas y de la media tribu de Manasés, y los llevó a Halah y a Habor y a Hará y al río Gozán”. (1Cr 5:23-26; 2Re 15:29.)
5. Hombre originario de Libná, una ciudad sacerdotal. Fue el padre de Hamutal, la esposa del rey Josías y madre de los reyes Jehoacaz y Sedequías (Matanías). (2Re 23:30, 31; 24:18; Jer 52:1; Jos 21:13; 1Cr 6:57.)
6. Profeta, hijo de Hilquías, sacerdote de Anatot, ciudad sacerdotal ubicada en el territorio de Benjamín, a poco menos de 5 Km. al NNE. del monte del Templo de Jerusalén. (Jer 1:1; Jos 21:13, 17, 18.) Hilquías, padre de Jeremías, no era el sumo sacerdote en aquel tiempo. El sumo sacerdote era de la línea de Eleazar, mientras que el padre de Jeremías muy probablemente era de la línea de Itamar y posiblemente descendiente de Abiatar, el sacerdote a quien el rey Salomón despidió del servicio sacerdotal. (1Re 2:26, 27.)
Su comisión de profeta. Jeremías recibió el llamamiento para ser profeta durante su juventud, en 647 a. E.C., en el año decimotercero del reinado del rey Josías de Judá (659-629 a. E.C.). Jehová le dijo: “Antes de estar formándote en el vientre, te conocí; y antes que procedieras a salir de la matriz, te santifiqué. Profeta a las naciones te hice”. (Jer 1:2-5.) Fue, por lo tanto, uno de los pocos hombres de cuyo nacimiento Jehová se responsabilizó —bien porque intervino por medio de un milagro o lo dirigió de algún otro modo— para que fuera su siervo especial. Entre estos hombres estuvieron Isaac, Sansón, Samuel, Juan el Bautista y Jesús.
Cuando Jehová habló a Jeremías, este demostró falta de confianza en sí mismo. Le contestó a Dios: “¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! Mira que realmente no sé hablar, pues solo soy un muchacho”. (Jer 1:6.) Al comparar esta observación con el denuedo y la firmeza que Jeremías demostró a lo largo de su ministerio profético, se puede deducir que esas cualidades excepcionales no eran inherentes, sino el resultado de su plena confianza en Jehová. Verdaderamente Jehová estuvo con él “como un terrible poderoso” y fue Él quien hizo de Jeremías “una ciudad fortificada y una columna de hierro y muros de cobre contra todo el país”. (Jer 20:11; 1:18, 19.) El valor y el denuedo de Jeremías alcanzaron tal fama, que durante el ministerio terrestre de Jesús hubo quien le tomó por Jeremías resucitado. (Mt 16:13, 14.)
Escritos.
Además de profeta, Jeremías fue investigador e historiador. Escribió el libro que lleva su nombre, y por lo general también se le atribuye la escritura de los libros Primero y Segundo de los Reyes, que prosiguen con la historia de los reinos de Judá e Israel en el punto donde la dejan los libros de Samuel, es decir, en la última parte del reinado de David sobre todo Israel, hasta llegar al fin de ambos reinos. Su cronología del período de los reyes, en la que compara los reinados de los monarcas de Israel y Judá, nos ayuda a determinar con exactitud las fechas de ciertos acontecimientos. Después de la caída de Jerusalén, escribió también el libro de Lamentaciones.
Fuerte mensaje de denunciación.
Jeremías no estaba quejándose constantemente; al contrario, fue amoroso, considerado y compasivo. También tuvo buen dominio de sí mismo, gran aguante y le entristeció en gran manera la conducta de su pueblo y los juicios que este sufrió. (Jer 8:21.)
En realidad, la más que justificada queja contra Judá provino de Jehová. Por consiguiente, Jeremías estaba bajo la obligación de declararla incansablemente, y así lo hizo. También hay que tener presente que Israel era la nación de Dios, estaba en relación de pacto con Él y bajo su Ley, una Ley que habían violado de manera notoria. Como base y fundamento sólido para las denunciaciones de Jeremías, Jehová hizo referencia a la Ley repetidas veces, llamando la atención a la responsabilidad que recaía sobre los príncipes y el pueblo, y detallando cómo la habían quebrantado. Una y otra vez Jehová les recordaba las cosas que a través de su profeta Moisés les había advertido que les sobrevendrían si rehusaban escuchar sus palabras y quebrantaban su pacto. (Le 26; Dt 28.)
Valor, aguante, amor.
El amor de Jeremías a su pueblo igualó su valor y aguante. Tenía denunciaciones severas y juicios pavorosos que proclamar, sobre todo a los sacerdotes, los profetas, los gobernantes y a los que habían seguido el “proceder popular” y habían desarrollado una “infidelidad duradera”. (Jer 8:5, 6.) Sin embargo, era consciente de que su comisión también incluía ‘edificar y plantar’. (Jer 1:10.) Lloró por la calamidad que iba a sobrevenirle a Jerusalén. (Jer 8:21, 22; 9:1.) El libro de Lamentaciones es una prueba de su amor y preocupación por el nombre y el pueblo de Jehová. A pesar de la actitud traicionera que el cobarde e irresoluto rey Sedequías tuvo hacia Jeremías, este le rogó que obedeciera la voz de Jehová para que no muriese. (Jer 38:4, 5, 19-23.) Por otra parte, Jeremías no se consideraba más justo que los demás, puesto que se incluyó a sí mismo cuando reconoció la iniquidad de la nación. (Jer 14:20, 21.) Después que Nebuzaradán lo liberó, se resistió a abandonar a los exiliados a Babilonia, probablemente porque creía que debía compartir con ellos su suerte o porque deseaba seguir ofreciéndoles ayuda espiritual. (Jer 40:5.)
Durante su larga carrera, a veces se sintió desanimado y necesitó el apoyo de Jehová, pero aun en la adversidad no dejó de acudir a Jehová por ayuda. (Jer 20.)
Asociaciones.
Jeremías no se vio abandonado durante los más de cuarenta años de servicio profético. Jehová estuvo con él para librarlo de sus enemigos. (Jer 1:19.) Jeremías se deleitó en la palabra de Jehová. (Jer 15:16.) Evitó relacionarse con aquellos que no le tenían ningún respeto a Dios. (Jer 15:17.) Encontró compañeros idóneos entre quienes pudo hacer una obra de ‘edificar’ (Jer 1:10), a saber, los recabitas, Ébed-mélec y Baruc, por medio de quienes recibió ayuda y fue librado de la muerte. Más de una vez la protección que recibió puso de manifiesto el poder de Jehová. (Jer 26:7-24; 35:1-19; 36:19-26; 38:7-13; 39:11-14; 40:1-5.)
Representaciones proféticas.
Compró un campo al hijo de su tío paterno Hanamel, para indicar que habría una repatriación después de los setenta años de exilio, cuando de nuevo se comprasen campos en Judá. (Jer 32:8-15, 44.) En Tahpanhés (Egipto) escondió piedras grandes en la terraza de ladrillo de la casa de Faraón y profetizó que Nabucodonosor colocaría su trono en aquel mismo lugar. (Jer 43:8-10.)
Profeta verdadero.
Daniel reconoció a Jeremías como un profeta verdadero de Dios. Por medio de un estudio de las palabras de Jeremías concernientes a los setenta años de exilio, Daniel pudo fortalecer y animar a los judíos en relación con la proximidad de su liberación. (Da 9:1, 2; Jer 29:10.) Esdras llamó la atención al cumplimiento de sus palabras. (Esd 1:1; véase también 2Cr 36:20, 21.) El apóstol Mateo hizo notar el cumplimiento de una de las profecías de Jeremías en los días de la niñez de Jesús. (Mt 2:17, 18; Jer 31:15.)
El apóstol Pablo habló de los profetas, entre los que se contaba Jeremías, y en Hebreos 8:8-12 citó de sus escritos. (Jer 31:31-34.) Refiriéndose a estos hombres, el mismo escritor dijo que “el mundo no era digno de ellos”, y que “recibieron testimonio por su fe”. (Heb 11:32, 38, 39.)
7. Hijo de Habazinías y padre de Jaazanías; debió ser un cabeza de familia de los recabitas a quienes el profeta Jeremías sometió a prueba por mandato de Jehová cuando los introdujo en uno de los comedores del templo y les ofreció vino. Ellos rehusaron beberlo en obediencia al mandato que su antepasado Jonadab (Jehonadab), hijo de Recab, les había impuesto más de dos siglos antes. Por esta razón, Jehová prometió: “No será cortado de Jonadab hijo de Recab un hombre que siempre esté de pie delante de mí”. (Jer 35:1-10, 19.)
8. Sacerdote (o representante de la casa sacerdotal de ese nombre) que regresó del exilio babilonio en el año 537 a. E.C. junto con el gobernador Zorobabel y el sumo sacerdote Jesúa. (Ne 12:1.)
9. Sacerdote (o representante de la familia que llevaba ese nombre) que estuvo entre los que autenticaron con su sello el “arreglo fidedigno” según el cual Nehemías, los príncipes, los sacerdotes y los levitas se comprometían ante Jehová a andar en Su ley. Si el nombre aplica a una casa y no a una persona, puede que sea el mismo que el núm. 8. (Ne 9:38; 10:1, 2, 29.)
10. Sacerdote (o casa sacerdotal) asignado a formar parte de uno de los coros de acción de gracias que marchaban en procesión sobre el muro de Jerusalén desde la Puerta de los Montones de Ceniza hacia el N., en dirección a la Puerta del Agua, para encontrarse con el otro coro en el templo. (Ne 12:31-37.) En los días de Joiaquim, Hananías era cabeza sobre la casa paterna de Jeremías. (Ne 12:12.) Si el nombre Jeremías se refiere a una casa y no a una persona, quizás sea el mismo que el núm. 8.
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