La persona que se esfuerza por erradicar de su mente los argumentos falsos hace bien en recordar el principio de Gálatas 6:7: “No se extravíen: [...] cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”.
¿Qué ocurre cuando se deja sin cultivar un campo? Las malas hierbas se apoderan enseguida. Pues lo mismo ocurre cuando no cultivamos nuestra capacidad de pensar. Antes de que nos demos cuenta, echan raíces en ella los razonamientos erróneos. Por ejemplo, quizás nos digamos: “Es innegable que el día de Jehová viene, pero no es algo inminente”. Si adoptamos esa actitud, es fácil que tomemos las cosas con más tranquilidad y descuidemos las actividades cristianas, con lo que nos exponemos a que el día de Jehová nos tome desprevenidos (2 Ped. 3:10).
¿Cómo podemos evitar que echen raíces en nuestra mente razonamientos erróneos como esos? Esforzándonos en todo momento por tener claro cuál es “la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Rom. 12:2). Uno de los mejores medios para lograrlo es leer la Biblia a diario. De este modo, también conseguiremos que se fortalezca nuestra convicción de que Jehová siempre interviene en el momento designado (Hab. 2:3).
Si nos dedicamos fielmente a estudiar, orar, reunirnos, predicar y realizar actos de bondad, mantendremos siempre viva en nuestra mente “la presencia del día de Jehová” (2 Ped. 3:11, 12). Y nuestra constancia no le pasará inadvertida a Jehová. Así nos lo asegura Pablo: “No desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos cansamos” (Gál. 6:9).
No es el momento de dejarnos llevar por el razonamiento falso de que el día de Jehová se ha retrasado. Más bien, es hora de fortalecer nuestro corazón, pues ese día está más cerca que nunca.
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