Job era honrado y justo, por lo cual pudo decir: “Si contra mí clamara mi propio suelo por socorro, y a una lloraran sus surcos mismos; si su fruto he comido sin dinero, y al alma de sus dueños he hecho jadear, [entonces] que en vez de trigo salga el yerbajo espinoso; y en vez de cebada, yerbajos hediondos” (Job 31:38-40). Con estas palabras, Job indicó que nunca le había arrebatado a nadie sus tierras ni había explotado a ningún trabajador. Tal como él, nosotros debemos ser leales a Jehová en todos los asuntos, sean de poca o mucha importancia.
Delante de sus tres compañeros y del joven Elihú, Job había detallado su intachable historial y, por así decirlo, lo había respaldado con su “firma”. Además, había invitado a su oponente a levantar cargos contra él. Si quedaba demostrado que había actuado mal, estaba dispuesto a sufrir el castigo. Una vez presentado su caso ante el tribunal de Dios, solo le quedaba esperar la sentencia, de modo que dio por terminadas sus palabras (Job 31:35, 40).
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