▪ En Juan 4:9 leemos esta categórica afirmación: “Los judíos no se tratan con los samaritanos”. ¿A qué se debía esa enemistad? Según parece, todo comenzó cuando el rey Jeroboán instituyó la adoración de ídolos en el reino de Israel, formado por las diez tribus del norte (1 Reyes 12:26-30). La capital era Samaria, y a sus habitantes se los llamaba samaritanos. Con el tiempo, a todos los habitantes de dicho reino se los conoció por ese nombre. Después de conquistar las diez tribus en el año 740 antes de nuestra era, los asirios poblaron la región con extranjeros paganos. Por lo visto, según se fueron produciendo matrimonios con estos nuevos vecinos, la religión de los samaritanos se corrompió más y más.
Tiempo después, cuando los judíos regresaron de su exilio en Babilonia, los samaritanos trataron de impedir la reconstrucción del templo de Jehová y de las murallas de Jerusalén (Esdras 4:1-23; Nehemías 4:1-8). Y esta rivalidad religiosa no hizo sino aumentar cuando, aproximadamente en el siglo IV antes de nuestra era, los samaritanos edificaron su propio templo en el monte Guerizim.
En tiempos de Jesús, el término samaritano se utilizaba, no tanto para indicar el origen geográfico de alguien, sino para referirse a los seguidores de la religión que surgió en Samaria. Los samaritanos seguían rindiendo culto en el monte Guerizim, y los judíos los trataban con enorme desprecio (Juan 4:20-22; 8:48).
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