“¿QUÉ es esto que has hecho?”, le preguntó Dios a Eva cuando acababa de comer el fruto prohibido. La mujer le respondió: “La serpiente... ella me engañó, y así es que comí” (Gén. 3:13). El astuto Satanás se había valido de una serpiente para convencerla de que desobedeciera a Jehová, y por ello terminó siendo conocido como “la serpiente original [...] que está extraviando a toda la tierra habitada” (Rev. 12:9).
Este pasaje de Génesis deja claro que el Diablo es un manipulador que entreteje mentiras con las que trata de confundir a los ingenuos, tal como hizo en el caso de Eva, quien mordió el anzuelo. Pero los cristianos saben que Satanás no es la única persona con la capacidad de entramparlos. La Biblia les advierte que ellos podrían estar “engañándose a sí mismos con razonamiento falso” (Sant. 1:22).
¿Engañarse a uno mismo? Quizás esta idea nos parezca poco probable o incluso imposible. Pero es obvio que si Dios nos advierte es por algo. Vale la pena, por lo tanto, que examinemos cómo podríamos caer en el autoengaño y cuáles son algunas formas equivocadas de razonar que podrían llevarnos a ello.
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