Joel subrayó una condición esencial para gozar siempre de la aprobación de Dios: “Todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo” (Joel 2:32). Dicha condición la citaron dos apóstoles: Pedro y Pablo (Hechos 2:21; Romanos 10:13). Este último añadió otro aspecto relacionado al preguntar: “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han puesto fe?” (Romanos 10:14). No hay duda: todos queremos invocar el nombre de Jehová y demostrar fe en él, tanto ahora como por toda la eternidad.
Invocar el nombre de Jehová es algo más que conocer y usar el nombre propio de Dios (Isaías 1:15). El contexto de Joel 2:32 destaca el arrepentimiento sincero y la confianza en el perdón de Jehová (Joel 2:12, 13). Por lo tanto, invocar el nombre de Dios implica conocer de verdad a Jehová, confiar en él, obedecer sus mandatos y ponerlo en primer lugar en nuestra vida. Así es, significa dar la máxima prioridad a su adoración. Como consecuencia, disfrutamos de una vida feliz y perdurable, una auténtica bendición divina (Mateo 6:33).
A través de Habacuc, Jehová señaló un hecho que debemos grabar con firmeza en nuestra mente y corazón: “En cuanto al justo, por su fidelidad seguirá viviendo” (Habacuc 2:4). Esta es una de las verdades más importantes de la Biblia. De hecho, se menciona tres veces en los escritos inspirados de Pablo (Romanos 1:16, 17; Gálatas 3:11, 14; Hebreos 10:38). En realidad, esta verdad exige demostrar fe en el sacrificio redentor de Jesús. Es como el propio Cristo explicó: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él [...] tenga vida eterna”. Y la misma idea se expresa en estas otras palabras: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:16, 36). El sacrificio de Cristo hace posible una curación singular, pues solo puede brindárnosla nuestro Redentor. Así lo indicó Malaquías, quien tras poner por escrito el anuncio de Jehová de que su gran día destruiría el mundo malvado de Satanás, añadió esta promesa divina: “[Para] ustedes los que están en temor de mi nombre el sol de la justicia ciertamente brillará, con curación en sus alas”. Como vemos, Jesús brilla con una curación que hoy nos sana espiritualmente y que en el nuevo mundo nos sanará por completo en sentido físico. ¡Qué emocionante perspectiva! (Malaquías 4:2.)
También es esencial demostrar fe en la capacidad de Dios para cumplir su voluntad. En tiempos de Miqueas no abundaban las personas confiables. Por ello, el profeta advirtió: “No pongan su fe en un compañero. No cifren su confianza en un amigo íntimo”. Sin embargo, a Miqueas no le costaba trabajo confiar en Jehová, y así debe ser en el caso de todos nosotros. El profeta afirmó: “En cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante” (Miqueas 7:5, 7). A diferencia de los impredecibles seres humanos, Jehová tiene la voluntad y el poder necesarios para cumplir su propósito, que abarca vindicar su soberanía y garantizar el bienestar eterno de las personas de fe.
Con confianza absoluta, hagamos nuestras las siguientes palabras de Habacuc: “Me alborozaré en Jehová mismo; ciertamente estaré gozoso en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18). El profeta Joel indica otra razón para estar gozosos: quien invoque con fe el nombre de Jehová “escapará salvo” o, como lo expresó Pablo, “será salvo” (Joel 2:32; Romanos 10:13). ¿En qué sentido resultamos salvos? Para empezar, al demostrar fe, nos libramos de las artimañas de Satanás y de los muchos sufrimientos que plagan a los malvados (1 Pedro 1:18). Además, podemos esperar con confianza sobrevivir al fin catastrófico de este sistema de cosas perverso. Y eso nos abrirá las puertas a las múltiples bendiciones anunciadas por los doce profetas.
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