La Biblia presenta la oración como el medio por el cual deberíamos hablar frecuentemente a Dios... no solo al estar en un aprieto desesperado. Es un modo de pedir sus bendiciones, y también de dar nuestras gracias por las provisiones que él ha hecho... tanto espirituales como materiales.
La oración se basa en la convicción de que Dios existe, oye y responde. En la Biblia a Dios se le llama el “Oidor de la oración.” (Sal. 65:2) La Biblia muestra que el hombre puede abordar a Dios. Debemos esperar que Dios escuche las oraciones apropiadas, porque él mismo le dice a su pueblo que ore, y su Palabra da muchos ejemplos de oraciones bien recibidas. (2 Cró. 7:12-16) Nos dice que Jesús, tanto por palabra como por ejemplo, mostró la necesidad de orar. Si el Hijo de Dios reconoció la necesidad de orar, cuánto más debemos de reconocer la necesidad que nosotros tenemos de hacerlo.
El acto de orar a Dios implica una relación estrecha con él. Un bien conocido diccionario de la Biblia dice lo siguiente acerca de los tiempos primitivos de la Biblia: “El israelita devoto de aquel día creía profundamente en Dios, y quizás estaba más estrechamente consciente de Él” de lo que lo están muchas personas hoy.—A Dictionary of the Bible, James Hastings, tomo IV, página 41.
Los israelitas fieles reconocían la existencia de Jehová y sabían que él actuaba a favor de ellos. El salmista, seguro de la ayuda y dirección de Jehová, cantó: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas. Hazme andar en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios de salvación. En ti he esperado todo el día.” “Dios es para nosotros refugio y fuerza, una ayuda que puede hallarse prontamente durante angustias.” (Sal. 25:4, 5; 46:1) El apóstol cristiano Pablo dijo: “De hecho, [Jehová] no está muy lejos de cada uno de nosotros.”—Hech. 17:27.
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