La oración es la segunda manera de cultivar tu deseo de servir a Jehová. En Salmo 65:2 leemos: “Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne”. Ya en la época en la que Israel era el pueblo elegido, los extranjeros podían ir al templo de Jerusalén a presentar sus súplicas a Jehová (1 Rey. 8:41, 42). Él no muestra favoritismo y promete escuchar a todo el que le obedezca (Pro. 15:8). Puedes estar seguro de que tú también estás incluido entre la “gente de toda carne”, o procedencia, que Dios acepta.
Todos sabemos que los buenos amigos están siempre en comunicación. ¿Verdad que te gusta tener a alguien con quien compartir tus sentimientos, pensamientos e inquietudes? Pues eso es lo que te ofrece Jehová, y la manera de comunicarte con él es orándole (Fili. 4:6, 7). Ábrele tu corazón, tal como harías con tu padre, con tu madre o con un amigo íntimo. De hecho, tu manera de orar revela lo que sientes por Jehová. Ya verás que cuanto más fuerte sea tu amistad con él, más expresivas serán tus oraciones.
Recuerda que no es cuestión de orar por orar. Dile a Dios cómo te sientes. Hazle saber que lo amas y respetas con toda el alma y que confías plenamente en él. Cuando veas cómo te contesta, sabrás por experiencia propia que “Jehová está cerca de todos los que lo invocan” (Sal. 145:18). En efecto, él se acercará a ti y te dará fuerzas para resistir los ataques del Diablo y tomar buenas decisiones en tu vida (léase Santiago 4:7, 8).
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