“Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne.” (SAL. 65:2)
EL Creador jamás hace oídos sordos a las súplicas de sus siervos fieles. Podemos estar seguros de que él nos escucha. Es más, aun si millones de testigos de Jehová le oraran a la vez, ninguno de ellos encontraría, por así decirlo, la línea ocupada.
Con la confianza de que Dios escuchaba sus ruegos, el salmista David cantó: “Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne” (Sal. 65:2). Él recibió respuesta a sus súplicas debido a que servía lealmente a Jehová. Nosotros haríamos bien en preguntarnos: “¿Demuestran mis oraciones que confío en Dios y que lo más importante para mí es servirle?
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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