Para saber la respuesta a esta pregunta, veamos las palabras que pronunció Jesús la noche antes de morir. Él dijo: “Si observan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he observado los mandamientos del Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:10). Jesús sabía que si deseaba mantenerse cerca de su Padre, debía obedecer sus mandamientos. Y si esto era cierto en el caso del Hijo perfecto de Dios, mucho más lo es en el nuestro.
La mejor manera de demostrarle a Jehová que lo queremos es obedeciéndole. El apóstol Juan lo expresó así: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Es cierto que a la gente en general no le gusta obedecer. No obstante, este versículo aclara que los mandamientos de Dios “no son gravosos”. Así es, Jehová nunca nos pide nada que no podamos hacer.
Pongamos un ejemplo: ¿le pediría a uno de sus mejores amigos que cargara un objeto si supiera que es demasiado pesado para él? ¡Claro que no! Lo mismo ocurre con Jehová. Él es sumamente bondadoso y conoce mejor que nadie nuestras limitaciones. La Biblia nos asegura que “se acuerda de que somos polvo” (Sal. 103:14). Él nunca nos pediría algo que fuera demasiado difícil para nosotros. Así que no tiene por qué molestarnos la idea de obedecer sus mandamientos. Por el contrario, los cristianos vemos la obediencia como una maravillosa oportunidad de demostrarle a Dios que lo amamos y que deseamos mantenernos en su amor.
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