El término “siervo” aparece muchas veces en el libro de Isaías. En algunas ocasiones, se refiere al profeta mismo (Isa. 20:3; 44:26). En otras se refiere a la nación de Israel, también llamada “Jacob” (Isa. 41:8, 9; 44:1, 2, 21).
Pero en los capítulos 42, 49, 50, 52 y 53, dicho término designa a alguien más. ¿De quién se trata? Para encontrar la respuesta, debemos acudir a las Escrituras Griegas Cristianas, pues allí se aclara la identidad del Siervo de Jehová del que hablan esos capítulos de Isaías.
Por ejemplo, en el libro de Hechos se menciona a un funcionario etíope que estaba leyendo una de esas extraordinarias profecías cuando Felipe el evangelizador se acercó a su carruaje siguiendo la dirección del espíritu santo.
El funcionario leyó el pasaje bíblico que ahora encontramos en Isaías 53:7, 8 y le preguntó a Felipe: “¿De quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro hombre?”. Felipe le explicó que Isaías estaba hablando de Jesús, el Mesías (Hech. 8:26-35).
Cuando Jesús era tan solo un bebé, un hombre justo llamado Simeón predijo por inspiración divina que el niñito llegaría a ser “una luz para remover de las naciones el velo”, tal como se había profetizado en Isaías 42:6 y 49:6 (Luc. 2:25-32).
Además, el humillante trato que recibió Jesús la noche en que fue juzgado se había predicho en Isaías 50:6-9 (Mat. 26:67; Luc. 22:63). Y después del Pentecostés del año 33, el apóstol Pedro identificó claramente a Jesús como el “Siervo” de Jehová (Isa. 52:13; 53:11; léase Hechos 3:13, 26).
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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