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Tuesday, August 16, 2011

El espíritu santo: ¿qué es realmente?



 

EN LA misma ocasión en que Jesús recomendó a sus discípulos que pidieran espíritu santo, les dijo: “¿Qué padre hay entre ustedes que, si su hijo pide un pescado, le dará acaso una serpiente en vez de un pescado? ¿O si también pide un huevo, le dará un escorpión?” (Lucas 11:11, 12). Los niños de Galilea pedían huevos y pescado porque sabían que los necesitaban para saciar su hambre.
 

De igual modo, nosotros necesitamos espíritu santo; por eso, debemos seguir el consejo de Jesús de pedirlo insistentemente, como hacen los niños cuando tienen hambre (Lucas 11:9, 13). Pero para comprender por qué es vital que lo recibamos, antes tenemos que saber exactamente qué es. Analicemos, por tanto, qué nos dice la Biblia al respecto.
 

“Poder del Altísimo”

En las Sagradas Escrituras se deja claro que el espíritu santo es la fuerza que Dios emplea para llevar a cabo su voluntad. Tomemos por caso lo que dijo el ángel Gabriel cuando le anunció a María que tendría un hijo siendo virgen: “Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, también, lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Sus palabras indican que existe una relación entre el espíritu santo y el “poder del Altísimo”.
 

Esta misma idea se repite en otros pasajes de la Biblia. El profeta Miqueas, por ejemplo, declaró: “Yo mismo he llegado a estar lleno de poder, con el espíritu de Jehová” (Miqueas 3:8). Jesús prometió a sus discípulos: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes” (Hechos 1:8). El apóstol Pablo, a su vez, usó la expresión “poder de espíritu santo” (Romanos 15:13, 19).
 

En vista de lo anterior, ¿qué relación hay entre el espíritu santo y el poder de Dios? El espíritu santo es el medio por el que Jehová ejerce su poder; de ahí que pueda definirse como el poder de Dios en acción. Y esta es una fuerza realmente asombrosa: apenas alcanzamos a imaginarnos el poder que se necesitó para crear todo el universo. Para que tengamos una ligera idea, en la Biblia se nos hace la siguiente invitación: “Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta” (Isaías 40:26).
 

Aquí se nos indica que el universo ordenado y armonioso que conocemos es producto de la “energía dinámica” —o del poder— del Altísimo. ¡Imagínese! Es gracias a esta extraordinaria fuerza que el ser humano existe. (Véase el recuadro titulado “¿Para qué utilizó Dios el espíritu santo?”.)
 

Vemos, por lo tanto, que Jehová puede emplear su espíritu santo para realizar obras a gran escala, como la creación del universo. Sin embargo, también lo puede utilizar para beneficio de los seres humanos. En la propia Biblia encontramos múltiples ejemplos de cómo ayudó a fieles siervos suyos.
 

“El espíritu de Jehová está sobre mí”

El ministerio de Jesús es un buen ejemplo de cómo Dios da poder a sus siervos mediante su santo espíritu. 

En cierta ocasión, Jesús dijo a la gente de Nazaret: “El espíritu de Jehová está sobre mí” (Lucas 4:18). Pues bien, ¿qué obras pudo realizar gracias al “poder del espíritu”? (Lucas 4:14.) Entre otras, curó todo tipo de enfermedades, calmó un mar agitado, alimentó a grandes multitudes con unos cuantos panes y pescados, e incluso resucitó a algunas personas. Con razón, el apóstol Pedro dijo que Jesús era un “varón públicamente mostrado por Dios [...] mediante obras poderosas y portentos presagiosos y señales que Dios hizo mediante él” (Hechos 2:22).
 

Aunque es cierto que hoy día el espíritu de Dios no faculta a las personas para hacer milagros, sigue haciendo grandes obras por nosotros. Tal como Jesús dijo que pasaría, Jehová da gustosamente su espíritu a sus siervos (Lucas 11:13). El apóstol Pablo lo confirmó al declarar: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:13). ¿Le gustaría sentir esa misma fuerza en su vida? En el siguiente artículo veremos cómo.
 




Por qué no puede ser una persona

  Hablando de las bendiciones que su pueblo recibiría, Dios comparó el espíritu santo al agua. “Derramaré agua sobre el sediento, y arroyos que fluyan suavemente sobre el lugar seco —prometió—. Derramaré mi espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus descendientes.” (Isaías 44:3.)
 

  Cuando Dios derrama su espíritu sobre sus siervos, en la Biblia a menudo se dice que ‘se llenan’ o ‘están llenos de espíritu santo’. Tal fue el caso de Jesús, Juan el Bautista, Pedro, Pablo y Bernabé, así como los discípulos reunidos el día del Pentecostés del año 33 (Lucas 1:15; 4:1; Hechos 4:8; 9:17; 11:22, 24; 13:9).
 

  Ahora bien, ¿puede ‘derramarse’ una persona sobre otras? ¿O puede un grupo de personas ‘llenarse’ de alguien? No tiene ninguna lógica, ¿verdad? Según la Biblia, uno se puede llenar de sabiduría, de entendimiento e incluso de conocimiento exacto, pero nunca se menciona que alguien se llene de otra persona (Éxodo 28:3; 1 Reyes 7:14; Lucas 2:40; Colosenses 1:9).
 

  La palabra espíritu se traduce del término griego pnéuma, que transmite la idea de una fuerza invisible. De acuerdo con un diccionario especializado, esta palabra “denota en primer lugar el viento [...]; también aliento; luego, de forma especial, el espíritu, que, a semejanza del viento, es invisible, inmaterial y poderoso” (Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de W. E. Vine).
 

Está claro, entonces, que el espíritu santo no puede ser una persona.




¿Por qué no ver las Escrituras aquí? 
 
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