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Thursday, August 11, 2011

“Tienen que prestar ayuda a los que son débiles”



“LA SUPERVIVENCIA del más apto”... los fuertes viven a costa de los débiles.


 ¿Es frío y cruel eso? “No; verdaderamente bueno y beneficioso,” dicen los defensores de la teoría de la evolución, porque ellos afirman que eso produce mejoramiento. Pero hasta muchas de esas personas se horrorizaron profundamente cuando se enteraron de los esfuerzos que hizo el Tercer Reich nazi por aplicar esta “ley” a otros seres humanos a quienes ellos consideraban débiles o indeseables.
¿Se precisa una demostración tan horripilante como ésa para convencer a uno de que a los débiles se les debe tratar bondadosamente y no se les debe oprimir ni destruir? No entre las personas que sinceramente aprecian la Biblia, porque el modo en que la Palabra de Dios ve a los débiles va muy por encima de un modo simplemente pasivo o tolerante. Muestra sensibilidad para con ellos. Manda que se les socorra, ayude y apoye. (Hech. 20:35; 1 Tes. 5:14) Pero, ¿no abogan otras autoridades y agencias a favor de ser compasivos para con los débiles? Sí, pero la Biblia es singular en el sentido de que puede hacer que se responda de continuo a las necesidades de los débiles.
El poder que la Biblia ejerce para impulsar a las personas a ayudar a los débiles está estrechamente relacionado con el que ejerce para producir verdadero amor, humildad y fe. De hecho, es preciso que uno tenga estas cualidades para poder ayudar a los débiles de continuo, porque los débiles, a diferencia de los fuertes, a menudo no pueden recompensar o pagar a otros por la ayuda que se les dé. (Luc. 14:12-14) Además, la Biblia convence a su lector de que el ayudar a los débiles no solo complace a Dios y a Cristo, sino que es un requisito para recibir el favor de ellos. En nuestra imperfección, todos tenemos debilidades respecto a las cuales necesitamos la ayuda de Dios y Cristo. (Heb. 4:15, 16) ¿Pudiéramos estar seguros de que ellos nos ayudarían a enfrentarnos a nuestras debilidades si nosotros no ayudáramos a otros a tratar con las de ellos?—Compare con Mateo 6:14, 15.

EL MODO INCORRECTO DE VER A LOS DÉBILES IMPIDE QUE SE LES AYUDE

Surge una gran barrera que impide ayudar al débil cuando la persona más fuerte se hace más consciente de la debilidad de otro que de su propia debilidad. Además, la debilidad de una persona puede dominar de tal modo la mente de otra que ésta vea a la primera de modo negativo. El resultado es que no se ayuda al débil y la persona fuerte quizás se sienta justificada para no ofrecer ayuda. Sin embargo, por medio de las Escrituras se puede llegar a reconocer que en muchos casos una considerable cantidad de circunstancias indeseables de la vida de los seres humanos se deben a debilidad, de modo que se necesita ayuda más bien que desaprobación.

Considere como ejemplo de esto la atención que las Escrituras dan a los pobres. Uno pudiera adoptar un punto de vista bastante objetivo y pensar que por lo general la gente es pobre porque no ejerce buen juicio, y por lo tanto siega los resultados inevitables. Pero la persona compasiva ve a los pobres como merecedores de su ayuda, a pesar del hecho de que en la situación de ellos haya estado envuelta una falta de buen juicio o alguna otra debilidad. La ley que Dios dio a Israel era específica en cuanto a este asunto: “Y en caso de que tu hermano empobrezca y por eso se halle financieramente débil al lado tuyo, entonces tienes que sustentarlo. . . .  Yo soy Jehová el Dios de ustedes, quien los sacó de la tierra de Egipto para darles la tierra de Canaán, para resultar Dios de ustedes.” “No debes endurecer tu corazón ni ser como un puño con tu hermano pobre.”—Lev. 25:35-38; Deu. 15:7.

La nación de Israel nunca pudiera haber escapado de Egipto ni tomado posesión de Canaán por sí sola. Eran demasiado débiles, y necesitaban la ayuda de Jehová. ¡Cuán inapropiado hubiese sido, entonces, el que un israelita que hubiese ganado algunos recursos materiales rehusara ayudar a su hermano que estuviera débil en sentido financiero, y así dejara de imitar a su Dios! Lo sabio sería que temiera a Dios, pues sabía la manera en que Jehová respondería al proceder que él adoptara para con el débil: Si procedía de modo mezquino, con la mano cerrada como un puño, aquello llegaría a ser pecado por parte de él. Pero si mostraba que era de ojo generoso, entonces Jehová Dios bendeciría todo hecho y toda empresa de él.—Deu. 15:8-11.

En la congregación cristiana primitiva, entre los que necesitaban la ayuda de otros había muchas más personas que solo las que se hallaban en pobreza material. Cuando Pablo escribió a la congregación de Tesalónica, impuso a todos los hermanos, y no solo a los ancianos, la responsabilidad de responder activamente a una variedad de necesidades: “Les exhortamos, hermanos, amonesten a los desordenados, hablen confortadoramente a las almas abatidas, den su apoyo a los débiles, sean sufridos para con todos.” (1 Tes. 5:14) En otras cartas Pablo considera extensamente la condición de los que tienen una conciencia débil. Estos, también, necesitaban consideración. (Romanos capítulo 14; 1 Corintios capítulo 8) Sí, entre los cristianos primitivos había personas que tenían una gran variedad de debilidades... pero a todos se les había de comprender y ayudar.

A la persona fuerte se le hace difícil soportar el menosprecio, o que tal vez se le evite. ¡Cuánto más difícil se le hace la situación a la persona débil que experimenta estas cosas! Aunque por lo general no se piensa de David como persona débil, tuvo en su vida cierto tiempo en que se encontró en precisamente una condición como ésa: “Muéstrame favor, oh Jehová, porque estoy en grave aprieto. De vejación mi ojo se ha debilitado, mi alma y mi vientre. . . . A causa de mi error a mi poder se le ha hecho tropezar, y mis huesos mismos se han debilitado. Desde el punto de vista de todos los que me muestran hostilidad yo he llegado a ser un oprobio, y a mis vecinos en gran manera, y un pavor a mis conocidos. Al verme fuera, han huido de mí. Como alguien muerto y no en el corazón, he sido olvidado; . . . Pero yo... en ti he cifrado mi confianza, oh Jehová. He dicho: ‘Tú eres mi Dios.’ Mis tiempos están en tu mano.” (Sal. 31:9-15) En vez de ver que sus hermanos se acercaban para ayudarle, veía que lo evitaban. A David le parecía que Dios era el único que le ayudaba.

¿Qué pudiera hacer que a una persona débil se le tratara de esa manera? Una causa pudiera ser que dejáramos que el punto de vista negativo que otra persona tuviera de alguien influyera en la opinión que nos formamos de él. El confundir la debilidad con la iniquidad pudiera ser otra causa. Parece que los fariseos erraron respecto a ambas cosas. Cuando se quejaron contra Jesús porque pasaba tiempo con personas a quienes ellos no solo consideraban débiles, sino pecaminosas, él dijo: “Personas en salud [los fuertes] no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio.’ Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores.”—Mat. 9:12, 13; Mar. 2:17.

Aun cuando se tiene que considerar la expulsión, una pregunta que se debe contestar es ésta: ¿Es esta persona realmente inicua, o simplemente débil? Si es un caso de debilidad, el individuo pudiera responder a una manifestación paciente de ayuda genuina y amorosa. ¿Hasta qué grado se ha ayudado al que ha errado? ¿Pudiera emplearse más esfuerzo y tiempo para llegar al corazón del individuo a fin de estimularlo a cambiar de proceder?

Aunque los intereses del individuo son importantes, también son importantes el efecto de las acciones de éste en la congregación y en la condición de ésta respecto a justicia delante de Dios. Si los ancianos no dan pasos para remover de la congregación la iniquidad, eso resulta en daño. (1 Cor. 5:6-13) Sin embargo, existe el peligro de tomar acción presta y desamoradamente, o con falta de discernimiento. Si, como consecuencia de eso, le viene daño al individuo que pecó debido a que fue débil y no inicuo, esto también perjudica a la congregación y afecta adversamente la condición de la congregación respecto a justicia delante de Dios.
Se requiere perspicacia para proceder de la manera apropiada al tratar con los que están dando un paso en falso. Pero a medida que el cristiano se esfuerza por mejorar a este respecto, sus aptitudes respecto a percepción aumentan, no solo con relación a poder identificar lo que verdaderamente es debilidad, sino también en cuanto a saber qué ayuda, consejo o acción son más necesarias en un momento dado. (Heb 5:14) Si yerra en sus esfuerzos por tratar con el problema, que no sea porque dejó de mostrar bondad y misericordia.—Sal. 25:6, 7; 51:1; Sant. 2:13; Jud. 22, 23.

Por lo tanto, cuando los jóvenes u otros no ejercen buen juicio (lo cual puede suceder en varias esferas o campos), ¿cómo respondemos? ¡Qué bueno es que nos retraigamos de condenarlos inmediatamente, que reflexionemos más bien en lo que pudiéramos hacer para ayudarlos! Cuando alguien comete un error grave en la congregación, ¿nos hallamos redoblando los esfuerzos que hacemos a favor de esa persona? ¡Cuánto más beneficioso es eso que el hacer del error de esa persona el tema de conversación entre otros hermanos! Y si acaso una conversación gira hacia comentar sobre la debilidad de otro, es muestra de verdadera consideración el que se haga un esfuerzo por cambiar la dirección de la conversación hacia quizás hablar acerca de cómo se puede prestar ayuda en un asunto de esa índole. “El que encubre la transgresión está buscando amor, y el que sigue hablando de un asunto está separando a los que se han familiarizado entre sí,” dice el proverbio inspirado.—Pro. 17:9; 11:13.

¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LOS DÉBILES?

Para ayudar a los débiles son requisitos principales el tener un espíritu de prestar ayuda y el no ver a los débiles con desprecio. Luego, queremos cerciorarnos de cuál es el problema fundamental: ¿Es soledad, falta de comprensión o muy poco amor en el hogar? ¿Pudiera ser tensión económica o desilusión personal, una salud en deterioro o un sentimiento de no servir para nada debido a la vejez? Estos son solo unos cuantos de los problemas que posiblemente restaran fuerzas al débil. En cada caso también es cosa segura que el débil necesita tener una comprensión más profunda de las Escrituras y del amor de Dios. Si el que desea ayudar piensa detenidamente en la situación de esa persona en la vida, y entonces le hace una visita afectuosa, sincera, eso pudiera ayudarle a determinar la dificultad subyacente.

Los que realmente se interesan en ayudar a los débiles tienen para su guía el ejemplo del apóstol Pablo. Él dijo: “¿Quién es débil, y yo no soy débil?” (2 Cor. 11:29) Pablo se compadecía de todos. Él sentía lo que otros sentían, y la angustia de ellos lo afectaba a él. ¿A qué grado? Juzgando por el consejo que dio en Hechos 20:35, su compasión ciertamente fue más allá de palabras bondadosas: “Por medio de laborar así tienen que prestar ayuda a los que son débiles.” Respondió a los débiles con el espíritu de la exhortación que dio más tarde el apóstol Juan, a saber: “No amemos de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad.”—1 Juan 3:18.
Aunque las Escrituras son enérgicas al estimularnos a ayudar a los débiles, no describen en detalle lo que uno debe hacer a favor de ellos. ¿Por qué? Eso sin duda se debe a que sin importar lo extensa que hubiese sido dicha instrucción, nunca habría sido posible tomar en cuenta todas las circunstancias. Pero hay firmeza en las instrucciones de la Biblia en cuanto a que debemos desarrollar compasión genuina y comprensiva para con los débiles. Tenemos que obrar en respuesta a sus necesidades. Este consejo, aunque sencillo y general, produce resultados específicos entre los cristianos de corazón recto.

CADA INDIVIDUO ASOCIADO CON LA CONGREGACIÓN ES PRECIOSO

Algo que contribuirá a que todo miembro de la congregación cumpla con su responsabilidad de ayudar a los débiles es llegar a reconocer el valor que tiene cada miembro de la congregación. Pero si un miembro es débil y precisa ayuda, ¿de qué valor positivo es esa persona? ¿No es más bien un inconveniente, un estorbo para la congregación? Pablo no veía las cosas así: “Con mucho el caso es que los miembros del cuerpo que parecen ser más débiles son necesarios, . . . Dios compuso el cuerpo, dando más abundante honra a la parte que le hacía falta, para que no hubiese división en el cuerpo, sino que sus miembros tuvieran el mismo cuidado los unos de los otros.” (1 Cor. 12:22-25) La congregación que estima a cada individuo y aprecia mucho su participación en las actividades cristianas al grado que lo permiten sus limitaciones individuales es una congregación afectuosa y feliz, llena de vida y vigor.

¿Quién puede decir qué resultará del esfuerzo que se haga por ayudar a los débiles? “Por la mañana siembra tu semilla y hasta el atardecer no dejes descansar tu mano; pues no sabes dónde tendrá éxito esto, ya sea aquí o allí, o si ambos a la par serán buenos.” (Ecl. 11:6) Especialmente podemos confiar en recibir la ayuda de Dios cuando prestamos ayuda espiritual a otros. ¡Cuántas personas que hoy son excelentes siervos de Jehová recibieron ayuda espiritual duradera en un tiempo en que se hallaban débiles!

La persona débil no puede hacerse fuerte rápidamente. Así como el recuperarse de una debilidad física puede ser un proceso lento, de igual manera puede ser que algunos necesiten mucho tiempo para hacerse fuertes en sentido espiritual. Pero, ¿ejercemos paciencia nosotros para con los débiles? ¿Los amamos tanto como si fueran fuertes? Cuando se despliega esta clase de amor, ¡qué bendiciones reciben todos! El hermano más débil tiene la bendición de que se le atienda y apoye en sus dificultades. El más fuerte obtiene la mayor bendición que solo el dar puede traer. La congregación en conjunto experimenta un ambiente de afecto que sigue creciendo a medida que cada miembro depende de los demás y se interesa sinceramente en ellos. La honra va a Dios y a Cristo, puesto que la ayuda sin igual que ellos brindan a los débiles se ve reflejada en sus siervos terrestres.

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