¿Qué se pudiera decir de nuestras costumbres relacionadas con el habla? Las obscenidades, las expresiones coléricas, la mentira... el “aire” de este mundo abunda en esa clase de contaminación del habla. Sin embargo, hasta el habla de algunos que se asocian con la congregación cristiana a veces refleja rudeza, hasta vulgaridad. Atinadamente, el discípulo Santiago nos dice: “De la misma boca salen bendición y maldición. No es correcto, hermanos míos, que estas cosas sigan ocurriendo de esta manera. La fuente no hace que lo dulce y lo amargo salgan burbujeando por la misma abertura, ¿verdad?”. (Santiago 3:10, 11.) ¿Se ha contagiado usted con parte del lenguaje vulgar del mundo? ¿Tiene dos vocabularios: uno para emplearlo entre cristianos, y otro para usarlo entre otras personas? Pablo escribió: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para edificación según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes”. (Efesios 4:29.) ¡Cuán importante es usar lenguaje apropiado y limpio en todo tiempo!
También tenemos que vigilar que siempre digamos la verdad. Realmente equivale a mentir el que nos expresemos tortuosamente o engañemos deliberadamente a otros para no llevar responsabilidad. Por eso, asegúrese de prestar atención a este consejo de Pablo: “Ahora que han desechado la falsedad, hable verdad cada uno de ustedes con su prójimo, porque somos miembros que nos pertenecemos unos a otros”. (Efesios 4:25; Proverbios 3:32.)
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