La Biblia nos da una respuesta muy sencilla. Al presentarse como un “ángel de luz”, Satanás el Diablo ha extraviado a millones de personas para que sigan sus enseñanzas en vez de las de Dios (2 Corintios 11:14). El apóstol Juan señaló que la influencia de Satanás se ha extendido hasta el punto de que “el mundo entero yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19). Juan sabía que el Diablo estaba “extraviando a toda la tierra habitada” (Revelación [Apocalipsis] 12:9).
¿Cuáles han sido las consecuencias? Satanás ha fomentado sistemas religiosos que aparentan ser santos. Tienen una “fachada de religiosidad”, pero los malos frutos que producen ponen de manifiesto su verdadera condición (2 Timoteo 3:5, Schonfield; Mateo 7:15-20). En vez de contribuir a resolver los problemas de la humanidad, tal religiosidad se convierte, en realidad, en parte del problema.
No descarte enseguida esa idea pensando que es exagerada o irrazonable. Recuerde: la esencia del engaño es que la víctima no es consciente de él. El apóstol Pablo dio un ejemplo al decir: “Las cosas que las naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios” (1 Corintios 10:20). A dichas personas probablemente les hubiera conmocionado saber que adoraban a demonios, pues creían que adoraban a un dios bueno, o a dioses buenos; sin embargo, habían sido engañadas por “fuerzas espirituales inicuas [que moran] en los lugares celestiales” y apoyan a Satanás en sus esfuerzos por extraviar a la humanidad (Efesios 6:12).
Por ejemplo, examinemos la forma en que el Diablo logró engañar y extraviar a muchos que afirmaban ser cristianos pero que optaron por no prestar atención a la advertencia del apóstol Juan respecto a esa maligna influencia (1 Corintios 10:12).
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