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Wednesday, February 22, 2012

Si Jehová prohíbe la idolatría, ¿por qué no castigó a Aarón por hacer el becerro de oro?


 

Como narra el capítulo 32 de Éxodo, Aarón fabricó un becerro de oro, violando así la ley contra la idolatría (Éxo. 20:3-5). Como consecuencia, “Jehová se enojó mucho hasta el punto de querer aniquilarlo”. 

No obstante, Moisés intercedió por su hermano (Deu. 9:19, 20). ¿Se cumplió en este caso el principio de que “el ruego del hombre justo [...] tiene mucho vigor”? (Sant. 5:16.) Sí. Todo indica que Jehová se abstuvo de castigar a Aarón gracias a las súplicas de Moisés. Pero parece que hubo al menos otras dos razones.
 

La primera es la extraordinaria fidelidad que había demostrado Aarón hasta ese momento. Cuando Jehová ordenó a Moisés que fuera a ver al faraón y sacara a su pueblo de Egipto, lo mandó a él como su acompañante y vocero (Éxo. 4:10-16). Ambos obedecieron las instrucciones divinas y se presentaron en repetidas ocasiones ante el rey, quien los trató con dureza debido a la terquedad de su corazón. De modo que cuando salió de Egipto, Aarón ya había demostrado constancia y lealtad a Dios (Éxo. 4:21).
 

La segunda razón que hay que tener en cuenta son las circunstancias que condujeron a que fabricara el becerro de oro. Recordemos que Moisés llevaba cuarenta días en el monte Sinaí. Cuando “el pueblo llegó a ver que [...] tardaba mucho en bajar de la montaña”, presionaron a su hermano para que les hiciera un ídolo, y este terminó accediendo a sus deseos (Éxo. 32:1-6). No obstante, lo que hizo después da a entender que su corazón rechazaba las acciones de aquellos idólatras y que solo había cedido a la presión. Cuando Moisés intervino para cortar de raíz la rebelión, todos los hijos de Leví —entre ellos Aarón— se pusieron de parte de Jehová. Al final fueron ejecutados los principales responsables de la rebelión: un total de tres mil israelitas (Éxo. 32:25-29).
 

Más tarde, Moisés les dijo a los israelitas: “Ustedes han pecado con un gran pecado” (Éxo. 32:30). De modo que Aarón no fue el único culpable. Y tanto él como el pueblo se beneficiaron de la gran misericordia de Jehová.
 

Después de aquel incidente, Jehová le ordenó a Moisés que estableciera a Aarón como sumo sacerdote: “[Lo] tienes que vestir [...] con las prendas de vestir santas y ungirlo y santificarlo, y así tendrá que hacerme trabajo de sacerdote” (Éxo. 40:12, 13). Está claro que le había perdonado su debilidad, pues en el fondo, Aarón era un leal defensor de la adoración pura, y no un idólatra rebelde.




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