Pero, aparte del deber moral, hay otra razón que nos mueve a no vengarnos: el amor. Observemos la forma en que el apóstol Pablo pasa a analizar esta segunda motivación. En la carta a los Romanos, Pablo ya había empleado varias veces la palabra griega a·gá·pe para referirse al amor que Dios y Cristo nos tienen (Romanos 5:5, 8; 8:35, 39). Sin embargo, en el capítulo 12 utiliza ese término de forma distinta: ahora se refiere al amor que nosotros mostramos al prójimo. Aunque menciona primero que no todos los cristianos tenemos los mismos dones espirituales, luego señala que hay una cualidad que sí debemos cultivar todos: “amor sin hipocresía” (Romanos 12:4-9). Ciertamente, el amor al prójimo es la marca que nos distingue como cristianos verdaderos (Marcos 12:28-31). Y Pablo nos anima a asegurarnos de que ese amor sea sincero.
Luego, Pablo indica cómo se muestra el amor sin hipocresía, pues sigue diciendo: “Aborrezcan lo que es inicuo; adhiéranse a lo que es bueno” (Romanos 12:9). “Aborrezcan” y “adhiéranse” son palabras enérgicas. El término original para “aborrezcan” puede verterse también “odien fuertemente”. No solo debemos detestar las consecuencias del mal, sino el mal en sí mismo (Salmo 97:10). Por su parte, la palabra “adhiéranse” traduce una forma verbal griega que, literalmente, significa “péguense (a algo)”. El cristiano que tiene amor genuino se “pega” a la bondad, adhiriéndose a esta cualidad con tanta firmeza que llega a ser un componente inseparable de su personalidad.
En el resto del capítulo 12, Pablo alude varias veces a una forma particular de mostrar amor: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen; estén bendiciendo, y no maldiciendo”. “No devuelvan mal por mal a nadie.” “No se venguen, amados.” “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Romanos 12:14, 17-19, 21.) Sus palabras dejan muy claro cómo debemos tratar a los no creyentes, incluso si se oponen a nosotros.
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