“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.” (SALMO 143:10.)
TODOS los días que una persona está viva y consciente puede aprender algo de valor. Esto es cierto en su caso y en el de todo el mundo. Ahora bien, ¿qué sucede cuando morimos? Ya no se nos puede enseñar ni podemos aprender nada en ese estado. La Biblia dice claramente que los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”. No hay ningún conocimiento en el Seol, el sepulcro común de la humanidad. (Eclesiastés 9:5, 10.) ¿Significa esto que es en vano que aprendamos y acumulemos conocimiento? Depende de qué se nos enseñe y de cómo utilicemos ese conocimiento.
Si solo se nos enseña lo que pertenece a este mundo, no nos espera un futuro perdurable. Afortunadamente, a millones de personas de todas las naciones se les está enseñando la voluntad divina con la mira de que consigan vida eterna. Esta esperanza se fundamenta en la enseñanza de Jehová, la Fuente del conocimiento que vivifica. (Salmo 94:9-12.)
Dios enseñó a su Hijo primogénito, su primer discípulo, a hacer Su voluntad. (Proverbios 8:22-30; Juan 8:28.) A su vez, Jesús indicó que su Padre enseñaría a millares de personas. ¿Qué perspectiva tenemos nosotros, los que aprendemos de Dios? Jesús dijo: “Está escrito en los Profetas: ‘Y todos ellos serán enseñados por Jehová’. Todo el que ha oído de parte del Padre, y ha aprendido, viene a mí [...]. Muy verdaderamente les digo: El que cree tiene vida eterna”. (Juan 6:45-47.)
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