El rey Salomón del antiguo Israel abre el tercer capítulo de Proverbios con estas palabras: “Hijo mío, no olvides mi ley, y observe tu corazón mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te serán añadidos” (Proverbios 3:1, 2). Dado que Salomón escribió este libro por inspiración divina, este paternal consejo procede en realidad de Jehová Dios y se dirige a nosotros. En este texto se nos recomienda obrar de acuerdo con los recordatorios de Dios —su ley, o enseñanza, así como sus mandamientos—, que están recogidos en la Biblia. En tal caso, “largura de días y años de vida y paz [nos] serán añadidos”. En efecto, incluso ahora disfrutaremos de una vida pacífica y no iremos tras nada que nos exponga al peligro de sufrir una muerte prematura, como suele suceder a los malhechores. Además, abrigaremos la esperanza de tener vida eterna en un pacífico nuevo mundo (Proverbios 1:24-31; 2:21, 22).
Salomón continúa: “Que la bondad amorosa y el apego a la verdad mismos no te dejen. Átalos alrededor de tu garganta. Escríbelos sobre la tabla de tu corazón, y así halla favor y buena perspicacia a los ojos de Dios y del hombre terrestre” (Proverbios 3:3, 4).
La palabra del idioma original que se traduce “bondad amorosa” puede verterse también “amor leal”, y conlleva la idea de fidelidad, solidaridad y lealtad. ¿Estamos resueltos a mantenernos apegados a Jehová venga lo que venga? ¿Manifestamos bondad amorosa al tratar con los hermanos en la fe? ¿Nos esforzamos por permanecer unidos a ellos? En nuestra relación diaria con ellos, ¿tenemos ‘la ley de bondad amorosa en nuestra lengua’, incluso cuando las condiciones son difíciles? (Proverbios 31:26.)
Dado que Jehová abunda en bondad amorosa, está “listo para perdonar” (Salmo 86:5). Si nos hemos arrepentido de nuestros pecados pasados y estamos haciendo ahora sendas rectas para los pies, se nos asegura que vendrán “tiempos de refrigerio” de parte de Jehová (Hechos 3:19). ¿No deberíamos imitar a nuestro Dios perdonando las ofensas del prójimo? (Mateo 6:14, 15.)
Jehová es “el Dios de la verdad”, y desea que quienes procuran tener intimidad con él también se apeguen a la verdad (Salmo 31:5). ¿Realmente podemos esperar que él sea nuestro Amigo si llevamos una doble vida, actuando de un modo cuando estamos con nuestros compañeros cristianos y de otro cuando estos no nos ven, como hacen los “hombres de falsedad”, que esconden la clase de personas que son? (Salmo 26:4.) Sería una gran insensatez, pues “todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos” de Jehová (Hebreos 4:13).
La bondad amorosa y la verdad han de estimarse como un collar inapreciable ‘atado alrededor de la garganta’, pues nos ayudan a ‘hallar favor a los ojos de Dios y del hombre terrestre’. Estas cualidades no solo deben verse exteriormente, sino que hemos de grabarlas ‘en la tabla del corazón’, hacer que sean parte esencial de nuestra personalidad.
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