Sea cual sea la razón por la que nos sintamos agobiados, debemos seguir este consejo de Pablo: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios” (Fili. 4:6). Rogar significa “pedir algo con súplicas o con mucha humildad”. Y cuando estamos en peligro o se nos persigue, es cuando más debemos implorarle a Jehová que nos ayude y nos guíe.
Ahora bien, ¿qué revelaría sobre nosotros el que solo oráramos cuando necesitamos algo? Pablo dijo que nuestras súplicas deben ir acompañadas de “acción de gracias”. Realmente tenemos muchas razones para estar agradecidos a Jehová, tal como lo estaba David, quien dijo: “Tuya, oh Jehová, es la grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad; porque todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te alzas como cabeza sobre todo. [...] Y ahora, oh Dios nuestro, te damos las gracias y alabamos tu hermoso nombre” (1 Cró. 29:11-13).
Jesús le daba gracias a su Padre por la comida. Por ejemplo, le agradeció el pan y el vino que usó al instituir la Cena del Señor (Mat. 15:36; Mar. 14:22, 23). Del mismo modo, nosotros debemos agradecer los alimentos, pero, además, debemos darle “gracias [...] por sus maravillosas obras [a favor de] [...] los hombres”, por sus “justas decisiones judiciales” y por su palabra, es decir, el mensaje que contienen las Escrituras (Sal. 107:15; 119:62, 105).
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