Pensemos en la emocionante promesa de Jehová de sustituir el actual sistema perverso por unos nuevos cielos y una nueva tierra en los que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13). ¿No debería impulsarnos dicha perspectiva a prepararnos para vivir en esa época en la que reinará la justicia? Ello implica que prestemos atención al claro consejo bíblico: “No estén amando ni al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Por consiguiente, evitaremos el espíritu de este mundo —su actitud independiente, egoísmo, inmoralidad y violencia— y nos acostumbraremos a escuchar a Jehová y obedecerlo de corazón, aunque esa no sea la inclinación de la carne imperfecta. Nuestra vida entera deberá demostrar que nuestros pensamientos y motivos se orientan hacia el cumplimiento de la voluntad divina (Salmo 40:8).
Cuando llegue el momento divinamente fijado para destruir el sistema inicuo de cosas y a todos los que prefieren vivir a la manera de este, Jehová no se retrasará. No pospondrá la fecha ni cambiará sus normas para complacer a quienes aprenden y cumplen la voluntad de Dios solo a medias porque todavía se aferran al mundo. Así pues, no hay tiempo que perder (Lucas 13:23, 24; 17:32; 21:34-36). Resulta muy alentador ver que la gran muchedumbre, aprovechando la magnífica oportunidad que se le ofrece, busca con anhelo la enseñanza de Jehová mediante Su Palabra y Su organización, y anda unidamente en las sendas divinas en dirección al nuevo mundo. Y cuanto más aprendemos acerca de Jehová, mayor es nuestro amor a él y nuestro deseo de servirle.
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