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Tuesday, June 14, 2011

¿Habla usted el “lenguaje puro” con fluidez?


 

“Daré a pueblos el cambio a un lenguaje puro, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová.” (SOF. 3:9.)
 

EL HABLA no es una facultad que el ser humano haya desarrollado por sí mismo. Es un don que recibió de su Creador, Jehová (Éxo. 4:11, 12). Cuando Dios creó a Adán, no solo le concedió la capacidad de hablar, sino también la de formar nuevas palabras que ampliaran su vocabulario (Gén. 2:19, 20, 23). ¡Qué regalo tan maravilloso! Gracias a él podemos comunicarnos incluso con nuestro Padre celestial y alabar su glorioso nombre.
 

 Durante los primeros diecisiete siglos de existencia humana, se hablaba una sola lengua, “un solo conjunto de palabras” (Gén. 11:1). Pero las cosas cambiaron cuando estalló la rebelión de los días de Nemrod. Desobedeciendo las órdenes de Jehová, un grupo de personas se reunió en lo que más tarde se conocería como Babel con la firme intención de quedarse a vivir allí. 

Emprendieron la construcción de una enorme torre, pero no para darle gloria a Dios, sino para hacerse “un nombre célebre”. Por eso, Jehová los confundió haciendo que hablaran idiomas distintos y así los obligó a diseminarse por toda la Tierra (léase Génesis 11:4-8).
 

 Cada uno de los miles de idiomas que se hablan hoy día en todo el mundo (más de seis mil ochocientos según ciertos cálculos) refleja un patrón de pensamiento distinto. Por eso se podría concluir que cuando Jehová confundió a aquellos rebeldes, primero les borró de la memoria su idioma y luego no solo introdujo en su mente vocabularios nuevos, sino que también cambió su forma de pensar, con lo que surgieron gramáticas nuevas. 

Con razón se llamó Babel o “Confusión” al lugar donde se ubicaba aquella torre (Gén. 11:9, nota). Cabe señalar que solo la Biblia explica de manera satisfactoria cuál es el origen de los muchos idiomas que conocemos hoy.

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