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Monday, June 20, 2011

Imite a Jesús y adore a Dios como él desea


Dios invita amorosamente a personas “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” a que lo adoren (Rev. 7:9, 10; 15:3, 4). Los que aceptan dicha invitación contemplan “la agradabilidad de Jehová” (Sal. 27:4; 90:17). Al igual que el salmista, alzan sus voces para alabarlo, diciendo: “Adoremos e inclinémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Sal. 95:6).
 

Adoración que Jehová valoró
 

Como Hijo unigénito de Dios, Jesús tuvo innumerables oportunidades de llegar a conocer el modo de pensar de su Padre, así como sus principios y normas. Él sabía exactamente cómo Dios espera que lo adoren. De hecho, dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 1:14; 14:6).
 

Jesús puso el ejemplo perfecto de humildad y sumisión a Dios, pues él mismo reconoció: “No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado. [...] Siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29). ¿Qué cosas hizo para agradarle?
 

En primer lugar, Jesús se dedicó por completo al servicio a Dios, y eso es lo que se espera de los verdaderos adoradores de Jehová. Por el gran cariño que lo unía a su Padre, Jesús le obedeció e hizo su voluntad aunque para ello tuviera que hacer grandes sacrificios (Fili. 2:7, 8). Para Jesús, participar regularmente en la obra de hacer discípulos era un aspecto importante de la adoración a Dios. Tanto predicó que hasta quienes no creían en él lo llamaron Maestro (Mat. 22:23, 24; Juan 3:2). 

Además, su espíritu de sacrificio lo motivó a entregarse por completo a servir y ayudar al semejante. Y lo hizo con gusto, aunque le quedara poco tiempo para sí mismo (Mat. 14:13, 14; 20:28). Sin importar lo ocupado que estuviera, siempre apartaba tiempo para orar a su Padre celestial (Luc. 6:12). Podemos estar seguros de que Jehová valoró la adoración que le rindió Jesús.
 

La lucha por agradar a Dios
 

Jehová había observado la conducta fiel de su Hijo y expresó públicamente que lo aprobaba (Mat. 17:5). Sin embargo, Satanás el Diablo también estaba al tanto del fiel derrotero de Jesús, y por eso lo convirtió en su blanco especial. ¿Qué buscaba Satanás? Hasta el momento, ningún ser humano había obedecido a Dios a la perfección ni lo había adorado como él merece. Jesús sería el primero en lograrlo, y el Diablo quería impedírselo (Rev. 4:11).
 

Con la intención de corromper a Jesús, Satanás le hizo una oferta tentadora. Lo llevó a “una montaña excepcionalmente alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: ‘Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración’. Entonces Jesús le dijo: ‘¡Vete, Satanás! Porque está escrito: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado”’” (Mat. 4:8-10). Jesús sabía que, prescindiendo del aparente beneficio que fuera a recibir, inclinarse ante Satanás sería un acto de idolatría. Estaba determinado a adorar únicamente a Jehová.
 

Hoy día, Satanás quizás no nos ofrezca todos los reinos del mundo y su gloria a cambio de que lo adoremos. No obstante, está empeñado en desviar hacia otras cosas la adoración que le debemos a Dios (2 Cor. 4:4).
 

Cristo Jesús fue fiel hasta la muerte. Con su integridad glorificó a Jehová como ningún otro ser humano lo había hecho. Los cristianos verdaderos de hoy nos esforzamos por seguir su ejemplo de fidelidad al poner la adoración al Creador por encima de todo. Para nosotros no hay nada más valioso que tener una buena relación con Dios.
 

Bendiciones por adorar a Dios como él desea
 

Vivir en conformidad con la “adoración que es limpia e incontaminada” a los ojos de Dios redunda en muchas bendiciones (Sant. 1:27). Por ejemplo, en este mundo, cada vez más personas son ‘amadoras de sí mismas, amadoras del dinero, presumidas y sin amor del bien’ (2 Tim. 3:1-5).

Sin embargo, en la casa de Dios tenemos el privilegio de relacionarnos con personas limpias y buenas que se esfuerzan por respetar las normas que Dios ha establecido para adorarlo. ¿No es eso una fuente de alivio?
 

Si no permitimos que este mundo nos contamine, conseguiremos otra bendición: una conciencia tranquila. La mantenemos tranquila sometiéndonos a los justos principios de Dios y obedeciendo las leyes de César que no estén en pugna con las leyes divinas (Mar. 12:17; Hech. 5:27-29).
 

Pero eso no es todo. Cuando nos centramos en adorar a Dios con toda el alma y hacer su voluntad en lugar de la nuestra, la vida es más significativa y satisfactoria. En vez de decir “comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir”, tenemos la esperanza segura de vivir eternamente en un paraíso en la Tierra (1 Cor. 15:32).
 

El libro de Revelación indica que, en el futuro, quienes hayan permanecido limpios ante Jehová “sal[drá]n de la gran tribulación”. Y añade: “El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos” (Rev. 7:13-15).

Quien está sentado en el trono es nada menos que Jehová Dios, la Persona más gloriosa del universo. Trate de imaginarse el gozo que sentiremos cuando él nos reciba como huéspedes en su tienda y nos proteja de todo daño. Incluso en la actualidad podemos disfrutar hasta cierto grado de su protección y cuidado.
 

Revelación también dice que quienes adoran a Dios como él desea serán guiados a “fuentes de aguas de vida”. Estas refrescantes fuentes representan todas las provisiones que Jehová suministra para ayudarnos a alcanzar la vida eterna. Gracias al rescate de Cristo, “Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos” (Rev. 7:17). 

La humanidad llegará a ser perfecta, lo que producirá una inmensa alegría a quienes tengan la perspectiva de vivir para siempre en la Tierra. Aun hoy, felices y agradecidos, los siervos de Dios claman con gozo y le rinden adoración junto con los que en el cielo cantan: “Grandes y maravillosas son tus obras, Jehová Dios, el Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de la eternidad.

¿Quién no te temerá verdaderamente, Jehová, y glorificará tu nombre, porque solo tú eres leal? Porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus justos decretos han sido manifestados” (Rev. 15:3, 4).

¿Qué nos ofrece Satanás a cambio de nuestra adoración?

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