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Saturday, June 11, 2011

Mucho dinero y muy poca sensatez


 

Es obvio que la mayoría de las personas no están planeando edificar una torre. Pero muchas sí tratan de engrosar su cuenta bancaria y acumular bienes a fin de tener una cómoda jubilación. Es normal que queramos disfrutar de todo lo que hemos conseguido con nuestro trabajo. El propio Salomón escribió: “Que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo”. Y concluyó: “Es el don de Dios” (Eclesiastés 3:13).
 

Ahora bien, tendremos que rendir cuentas a Jehová por cómo usamos ese don divino. Este punto quedó claro en una parábola que narró Jesús hace casi dos mil años. Él dijo: “El terreno de cierto hombre rico produjo bien. Por consiguiente, él razonaba dentro de sí, diciendo: ‘¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis cosechas?’. De modo que dijo: ‘Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré otros mayores, y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi alma: “Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza”’” (Lucas 12:16-19). Los planes del rico podrían considerarse razonables, ¿verdad? Al igual que el ave mencionada al principio del artículo, este hombre parecía estar preparándose para satisfacer sus necesidades futuras.
 

No obstante, los razonamientos del rico tenían un grave defecto. Jesús añadió: “Pero Dios le dijo: ‘Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma. Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?’” (Lucas 12:20). ¿Estaba contradiciendo Jesús lo que dijo Salomón, que el trabajo y su fruto son dones de Dios? En realidad no. Y eso lo sabemos por lo que dijo al final de la parábola: “Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios” (Lucas 12:21).
 

¿Qué quiso decir Jesús con esas palabras? Que Jehová desea que lo tomemos en cuenta a la hora de hacer planes. Aquel hombre tenía ante sí la oportunidad de hacerse rico a la vista de Dios aumentando su sabiduría y profundizando su devoción y amor a Dios. Pero sus palabras no revelan ningún interés en estas cosas. 

Tampoco manifestó intención alguna de dejar parte de la cosecha para que los pobres la recogieran, ni en presentar una ofrenda a Jehová. La espiritualidad y las obras altruistas no parecían formar parte de su vida. Estaba absorto en satisfacer sus deseos y en buscar su propia comodidad.
 

¿Se ha fijado en que hoy día mucha gente tiene las mismas prioridades que el hombre de la parábola de Jesús? Sea uno rico o pobre, es muy fácil adoptar una actitud materialista y dejar que las necesidades y los deseos de la vida ahoguen la espiritualidad. ¿Qué podemos hacer para no caer en esta trampa?

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