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Saturday, June 18, 2011

La vida en tiempos de los primeros cristianos


 

Cómo eran sus hogares
 

“No me retraje [...] de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (HECHOS 20:20)
 

ESTAMOS frente a la enorme puerta de entrada de una típica ciudad del siglo primero. Como muchas otras, la ciudad está situada sobre una colina. Al entrar, elevamos la vista hacia la parte más alta y alcanzamos a ver unas lujosas mansiones de color blanco que brillan bajo el sol. Muchas están rodeadas de hermosos jardines tapiados. Efectivamente, se trata del barrio de los ricos. Un poco más abajo observamos las viviendas de la clase media, formada por comerciantes y terratenientes, entre otros. Cada una de estas grandes casas de piedra, dispuestas a lo largo de las calles empedradas, tiene un diseño diferente, pero todas disponen de más de un piso. La parte baja de la ciudad, ya en el valle, corresponde a la zona más pobre. Allí, las viviendas —que son mucho más simples, deslucidas, cuadradas y pequeñas— se amontonan en estrechas callejuelas o alrededor de pequeños patios.
 

Al ir caminando por las abarrotadas calles, nos llegan todo tipo de olores y sonidos. Las mujeres perfuman el barrio con el delicioso aroma de sus comidas, mientras se oye el ruido de los animales y la algarabía de los niños jugando. Los hombres están ocupados en sus bulliciosos —y, a decir verdad, malolientes— negocios.
 

En el siglo primero, la vida de las familias cristianas giraba en torno a su hogar, incluida la adoración a Dios y la instrucción espiritual. Pero ¿cómo eran esas viviendas?
 

Las viviendas de los pobres En el siglo primero —como en la actualidad—, el hogar de cada familia dependía de su situación económica. Las casas más modestas (1) consistían en una habitación pequeña y poco iluminada donde convivía toda la familia. Podían estar hechas de adobe o de piedra sin labrar, en ambos casos sobre cimientos de piedra.
 

Las paredes interiores y el piso solían enlucirse, por lo que requerían frecuentes cuidados. También se abría un hueco en el techo o la pared para que el humo de la cocina saliera al exterior. El mobiliario era muy escaso y se reducía a los artículos imprescindibles.
 

Para construir el techo, se colocaban unos postes verticales, sobre los cuales se apoyaban vigas de madera. A continuación, estas se cubrían con cañas y ramas y, para hacer el techado un poco más impermeable, se añadía una capa de arcilla apisonada que luego se enlucía. Para subir, solían contar con una escalera de mano en el exterior.
 

A pesar del reducido tamaño de estas casas, los hogares cristianos eran lugares agradables donde las familias más pobres podían vivir felices y disfrutar de riquezas espirituales.
 

Las viviendas de la clase media Estas eran más grandes, de piedra labrada y con dos pisos (2). Además, solían incluir una habitación para invitados (Marcos 14:13-16; Hechos 1:13, 14). Este espacioso cuarto, que se encontraba en el piso superior, se empleaba para celebrar reuniones los días de fiesta (Hechos 2:1-4). 

Tanto estas casas como las de los comerciantes y hacendados, que eran aún más grandes (3), se construían con bloques de piedra caliza unidos con argamasa. A los pisos de piedra y a las paredes se les aplicaba un revestimiento, mientras que los muros exteriores se blanqueaban.
 

Al techo y a los pisos superiores se llegaba por una escalera exterior. A fin de evitar accidentes, los techos planos se cercaban con un pequeño muro (Deuteronomio 22:8). Las azoteas eran un lugar ideal para estudiar, meditar, orar o descansar con tranquilidad, pues solía haber algún tipo de cubierta que protegía del sol durante las horas de calor (Hechos 10:9).
 

Estas sólidas y espaciosas casas contaban con dormitorios separados, un buen comedor y una amplia cocina, lo que permitía alojar con comodidad a familias grandes.
 

Las viviendas de los ricos Eran casas de estilo romano (4) con diferentes diseños y tamaños. Las habitaciones estaban distribuidas alrededor del triclinio, un gran comedor central donde la familia pasaba gran parte de su tiempo. Algunas de estas espaciosas casas disponían de dos o tres pisos (5) e incluso jardines tapiados.
 

Las familias más acomodadas poseían un mobiliario muy elaborado, a veces con incrustaciones de oro y marfil. Los pisos podían ser de madera o de mármol de diferentes colores, y muchas paredes se revestían de cedro. Además, contaban con lujos exclusivos como baños y agua corriente. Por lo general, se utilizaban braseros para proporcionar calefacción. En los gruesos muros de piedra se solía tallar bajo las ventanas un hueco para sentarse. Además, era común instalar en ellas una celosía de madera por seguridad y cortinas para mayor privacidad (Hechos 20:9, 10).
 

Fueran ricos o pobres, los primeros cristianos se caracterizaban por ser hospitalarios y generosos. De hecho, siempre había familias dispuestas a hospedar a los ministros que recorrían las ciudades visitando a sus hermanos en la fe para animarlos (Mateo 10:11; Hechos 16:14, 15).
 

“La casa de Simón y Andrés” En cierta ocasión, Jesús se alojó en “la casa de Simón y Andrés”, que estaba en Capernaum, a orillas del mar de Galilea (Marcos 1:29-31). Es probable que esta formara parte de un grupo de humildes viviendas de pescadores (6) construidas en torno a un patio central empedrado.
 

En este tipo de casas, las puertas y ventanas daban al patio central, donde solían realizarse las actividades cotidianas, como cocinar, hornear, moler el grano, comer y hablar con los vecinos.
 

En Capernaum eran comunes las viviendas de un solo piso edificadas con basalto sin labrar, una roca volcánica que se extraía en la localidad. En el exterior había unas escaleras que subían a la azotea. Este techo plano, construido sobre vigas, estaba formado por cañas y listones cubiertos de losas o arcilla apisonada (Marcos 2:1-5). En el interior, los pisos eran de piedra, y sobre ellos solían colocarse esteras.
 

Estos grupos de viviendas formaban calles y pasadizos a lo largo de la ribera del mar de Galilea, haciendo de Capernaum una ciudad ideal para quienes vivían de la pesca.
 

“De casa en casa” Como hemos visto, el estilo de los hogares de los primeros cristianos era de lo más variado: iba desde las humildes casas de adobe hasta las lujosas mansiones de piedra.
 

Pero, sin importar cómo fueran, lo importante es que allí era donde los cristianos se reunían para adorar a Dios y recibir instrucción espiritual. La Biblia indica que se congregaban en hogares privados para estudiar las Escrituras y disfrutar de la compañía mutua. Lo que aprendían los ayudaba a cumplir su importantísima labor de predicar y enseñar “de casa en casa” a lo largo y ancho del Imperio romano (Hechos 20:20).

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