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Wednesday, June 1, 2011

Cualidades que los sabios procuran demostrar


 

 Léase Santiago 3:17. Hablemos ahora de algunas de las cualidades que son resultado de “la sabiduría de arriba”. Una de ellas es la castidad. La castidad es una virtud que implica pureza, tanto en las acciones como en los motivos. Por lo tanto, se espera que los cristianos rechacemos todo lo malo de inmediato, que esa sea nuestra reacción automática. Cuando el médico nos golpea con un martillito el tendón que tenemos justo bajo la rodilla, la pierna se extiende al instante de forma automática. Es un acto reflejo; no nos ponemos a pensar si vamos a realizarlo o no. De igual modo, cuando se presentan tentaciones, el cristiano que tiene el corazón puro y la conciencia educada por la Biblia rechaza automáticamente lo malo (Rom. 12:9). En las Escrituras encontramos ejemplos de personas que reaccionaron de tal modo, como José —el hijo de Jacob— y Jesús (Gén. 39:7-9; Mat. 4:8-10).
 

 “La sabiduría de arriba” también nos mueve a ser personas pacíficas, es decir, a evitar las actitudes agresivas y las acciones que perturban la paz. Santiago añade al respecto: “En cuanto al fruto de la justicia, su semilla se siembra en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz” (Sant. 3:18). Fijémonos en la expresión “los que están haciendo la paz”. ¿Somos conocidos en la congregación como personas que promueven la paz o, más bien, que la perturban? ¿Discutimos con frecuencia y ofendemos a los demás? ¿Nos molestamos por cualquier cosa? ¿Insistimos en que se nos acepte como somos, o nos esforzamos humildemente por eliminar rasgos de nuestra personalidad que molestan, y con razón, a otras personas? ¿Tenemos fama de que hacemos lo posible por promover la paz y de que enseguida perdonamos y olvidamos los errores ajenos? Si nos hacemos un autoexamen sincero, tal vez descubramos que debemos mejorar en esta manifestación de “la sabiduría de arriba”.
 

 Santiago dijo que “la sabiduría de arriba” también se refleja en un carácter razonable. ¿Se nos conoce por nuestra disposición a ceder cuando no hay principios bíblicos en juego y por no insistir en que se hagan las cosas a nuestra manera? ¿Se nos considera personas agradables y accesibles? Todo eso es una indicación de que hemos aprendido a ser razonables.
 

 Si todos nos esforzamos por demostrar a mayor grado las cualidades que Santiago mencionó, reinará la armonía en la congregación (Sal. 133:1-3). En efecto, cuando somos apacibles, pacíficos y razonables, mejoran las relaciones entre nosotros. Además, demostramos que tenemos “la sabiduría de arriba”. Pero hay otro factor que nos ayuda a cultivar tales cualidades: ver a los demás como los ve Jehová. En el siguiente artículo se tratará ese tema.

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