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Wednesday, July 13, 2011

Acerquémonos a Dios con reverencia


 

 Cuando oramos en público debemos recordar que no nos estamos dirigiendo a seres humanos. Todo lo contrario, somos criaturas imperfectas que elevamos una petición al Señor Soberano Jehová (Salmo 8:3-5, 9; 73:28). Deberíamos, por lo tanto, evidenciar un temor reverencial de desagradarle por lo que decimos o cómo lo decimos (Proverbios 1:7). El salmista David cantó: “En cuanto a mí, en la abundancia de tu bondad amorosa entraré en tu casa, me inclinaré hacia tu santo templo en temor de ti” (Salmo 5:7). 

Si compartimos esta actitud, ¿cómo nos expresaremos cuando se nos pida que oremos públicamente en una reunión de los testigos de Jehová? Pues bien, si habláramos con un rey humano, lo haríamos con respeto y dignidad. ¿No deberían nuestras oraciones ser todavía más dignas y respetuosas dado que nos dirigimos a Jehová, el “Rey de la eternidad”? (Revelación 15:3.) 

De modo que al orar evitaríamos expresiones tales como, “Buenos días, Jehová”, “Te mandamos nuestro amor” o “Que te vaya bien”. La Biblia muestra que el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo, nunca se dirigió de este modo a su Padre celestial.
 

 Pablo dijo: “Acerquémonos [...] con franqueza de expresión al trono de la bondad inmerecida” (Hebreos 4:16). Podemos acercarnos a Jehová con “franqueza de expresión” a pesar de nuestra condición pecaminosa debido a nuestra fe en el sacrificio redentor de Jesucristo (Hechos 10:42, 43; 20:20, 21). 

No obstante, esta “franqueza de expresión” no significa que podemos charlar con Dios y menos hablarle irrespetuosamente. Para que nuestras oraciones públicas agraden a Jehová deben ofrecerse con el debido respeto y dignidad, y no sería apropiado valerse de ellas para hacer anuncios, aconsejar a individuos o sermonear a un auditorio.

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