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Sunday, July 10, 2011

¿Hasta dónde llega nuestro amor?


 

“Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.” (MATEO 22:39.)
 

A LA pregunta sobre cuál era el mandamiento más grande, Jesús contestó: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. A continuación citó un segundo mandamiento semejante al primero: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37, 39). En efecto, el amor al prójimo es una marca distintiva del cristiano. De hecho, si amamos a Jehová, debemos amar al prójimo. ¿Por qué? Porque demostramos nuestro amor a Dios obedeciendo su Palabra, la cual nos ordena amar al semejante. Por tanto, si no amamos a los hermanos, nuestro amor a Dios no es auténtico (Romanos 13:8; 1 Juan 2:5; 4:20, 21).
 

 Cuando Jesús dijo que debíamos amar al prójimo, hablaba de algo más que de amistad. Tampoco se refería al amor que existe naturalmente en las familias o entre un hombre y una mujer. Se trataba del amor que Jehová tiene a sus siervos dedicados y que estos sienten por él (Juan 17:26; 1 Juan 4:11, 19). Un escriba judío, que, como Jesús percibió, hablaba inteligentemente, concordó con él en que había que amar a Dios “con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas” (Marcos 12:28-34). Tenía razón. 

En el amor a Dios y al prójimo que los cristianos cultivamos entran en juego las emociones y el intelecto. Se siente en el corazón y es guiado por la mente.
 

 Como relató Lucas, cuando Jesús dijo que debíamos amar al prójimo, “cierto hombre versado en la Ley” preguntó: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”. Jesús contestó con una parábola. A un viajero lo golpearon, le robaron y lo dejaron medio muerto al borde del camino. Por allí pasaron primero un sacerdote y luego un levita. Ninguno de los dos le hizo caso. Por fin pasó un samaritano, quien al ver al herido, lo trató con mucha bondad. ¿Quién de los tres fue prójimo del herido? La respuesta era obvia (Lucas 10:25-37). 

Quizá el hombre versado en la Ley se haya sorprendido al oír a Jesús decir que un samaritano podía ser mejor prójimo que un sacerdote y un levita. Es evidente que Jesús estaba ayudándolo a ensanchar su amor al semejante. Los cristianos también aman de ese modo.

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