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Saturday, July 16, 2011

Una rebelión que ha contribuido a la glorificación de Jehová



 

 El hecho de que Jehová haya permitido que la humanidad viva bajo la influencia de Satanás y trate de gobernarse a sí misma no lo desacredita como Rey. Más bien, demuestra la total incompetencia del hombre, tal como confirma la historia y como indicó Jeremías por inspiración (léase Jeremías 10:23). Además, la rebelión del Diablo dio a Jehová la oportunidad de exhibir sus hermosas cualidades de forma aún más clara. ¿En qué sentido?
 

 El terrible gobierno de Satanás sirve de telón de fondo sobre el que resaltan con más brillo que nunca las cualidades perfectas de Jehová. Así, su grandeza se destaca ante quienes lo aman. Por eso, aunque parezca extraño, podemos decir que el dominio del Diablo contribuye a la gloria de Dios. Permite que se vea el modo tan maravilloso como él ha afrontado el desafío a su soberanía. Para entenderlo mejor, examinemos algunas cualidades de Jehová y las nuevas formas en que ha decidido demostrarlas debido al perverso reinado del Diablo.
 

 Amor. Como bien dicen las Escrituras, “Dios es amor” (1 Juan 4:8). El hecho de que creara a los seres humanos es una prueba palpable de esta cualidad. Y lo mismo puede decirse de que les diera un cuerpo maravillosamente diseñado y los instalara en un hermoso hogar dotado de todo lo necesario para que fueran felices (Gén. 1:29-31; 2:8, 9; Sal. 139:14-16). Pero una vez que la maldad se introdujo en el mundo, Jehová expresó su amor de nuevas formas. ¿Cuáles? El apóstol Juan indica una de ellas al citar estas palabras de Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¿Podría haber demostrado su cariño de mejor manera que enviando a su Hijo para rescatar a los pecadores? (Juan 15:13.) ¡Qué ejemplo de amor abnegado! Sin duda, debemos esforzarnos, como Jesús, por manifestar a diario esta cualidad divina (Juan 17:25, 26).
 

 Poder. “Dios, el Todopoderoso”, es el único ser con la capacidad de dar vida (Rev. 11:17; Sal. 36:9). Ahora bien, ¿qué sucede cuando morimos? ¿Qué ocurre con nuestros recuerdos y nuestra personalidad, que ha sido moldeada desde el nacimiento por las decisiones, actividades y experiencias que hemos vivido? Jehová puede archivar toda esa información en su memoria para, llegado el momento, devolvernos la vida junto con todas nuestras características individuales y vivencias (Juan 5:28, 29). Por lo tanto, aunque la muerte no forma parte del propósito original para el hombre, le brinda a Dios la oportunidad de demostrar su inmenso poder en la resurrección. Es, sin género de dudas, el Todopoderoso.
 

 Justicia. Jehová nunca miente ni comete ningún abuso (Deu. 32:4; Tito 1:2). Siempre sostiene las más elevadas normas de la verdad y la justicia, incluso en las ocasiones en que podría pensarse que sale perjudicado (Rom. 8:32). ¡Cuánto tiene que haberle dolido ver que su Hijo querido era ejecutado en un madero como un criminal blasfemo! Pero ¿por qué estuvo dispuesto a sufrir tan dolorosa pérdida? Porque, además de amar a los seres humanos, deseaba satisfacer sus normas perfectas de justicia (léase Romanos 5:18-21). Por lo tanto, la existencia de este mundo pecador le dio la oportunidad de probar que siempre ha sido y será el mejor modelo de justicia.
 

 Sabiduría. Cuando Adán y Eva pecaron, Jehová indicó cómo iba a corregir todos los daños causados por su rebelión (Gén. 3:15). El hecho de que tomara medidas inmediatas —y luego fuera revelando su propósito a sus siervos— manifiesta su inmensa sabiduría (Rom. 11:33). Él siempre conoce la mejor solución para todo. En un mundo plagado por la inmoralidad, la guerra, la necedad, la rebeldía, la crueldad, el favoritismo y la hipocresía, ha demostrado en multitud de ocasiones cómo es la verdadera sabiduría. El discípulo Santiago enumeró las características que la distinguen: “La sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones por parcialidad, sin ser hipócrita” (Sant. 3:17).
 

 Gran paciencia. Jehová nunca habría dado tantas pruebas de paciencia si no hubiera tenido que lidiar con las imperfecciones y pecados del hombre. Y ha estado dispuesto a hacerlo por milenios, lo cual prueba que posee esta maravillosa cualidad al grado máximo. Ciertamente, es justo que los cristianos le estemos agradecidos por ello y que, como señaló Pedro, consideremos “la paciencia de nuestro Señor como salvación” (2 Ped. 3:9, 15).
 

 Misericordia. Todos somos pecadores y fallamos vez tras vez (Sant. 3:2; 1 Juan 1:8, 9). ¡Qué agradecidos debemos estar de que Jehová esté dispuesto a perdonarnos “en gran manera”! (Isa. 55:7.) Por triste que sea el hecho de nacer en imperfección, nos permite sentir el gran gozo de ver perdonadas nuestras faltas (Sal. 51:5, 9, 17). Además, experimentar en nuestra propia vida la conmovedora misericordia de Jehová nos impulsa a amarlo y a imitar esta cualidad en el trato con el prójimo (léase Colosenses 3:13).

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