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Wednesday, July 6, 2011

Una actitud equilibrada



 

 Evidentemente, Jesús no estaba animando a sus oyentes a que dejaran de trabajar y esperaran que de algún modo Dios se encargara de sus familias. Hasta las aves han de buscar el alimento para sí y para sus crías. Los primeros cristianos, pues, tenían que trabajar si querían comer; además, tenían obligaciones familiares que cumplir. 

Y los siervos y los esclavos debían trabajar con diligencia para sus señores (2 Tesalonicenses 3:10-12; 1 Timoteo 5:8; 1 Pedro 2:18). El apóstol Pablo muchas veces se ganó la vida haciendo tiendas de campaña (Hechos 18:1-4; 1 Tesalonicenses 2:9).

Pero lejos de buscar seguridad en el trabajo, aquellos cristianos confiaban en Jehová, lo que les daba una paz interior desconocida para otros. El salmista dijo: “Los que confían en Jehová son como el monte Sión, al que no se le puede hacer tambalear, sino que mora aun hasta tiempo indefinido” (Salmo 125:1).
 

 La persona que no confía plenamente en Jehová tal vez piense de otra manera. Casi todo el mundo considera que las riquezas son de primordial importancia para obtener seguridad. De ahí que los padres animen a sus hijos a invertir buena parte de su juventud en adquirir una educación superior, con la esperanza de que eso los prepare para conseguir puestos de trabajo bien remunerados. 

Lamentablemente, algunas familias cristianas que así lo han hecho han descubierto que el costo de la inversión es muy alto cuando sus hijos han perdido la visión espiritual y se han ido tras metas materialistas.
 

 Por consiguiente, el cristiano sabio comprende que el consejo de Jesús es tan aplicable hoy como lo fue en el siglo primero, y procura ser equilibrado. Aun cuando tenga que dedicar muchas horas a su trabajo a fin de cumplir con los deberes bíblicos, nunca deja que la necesidad de ganar dinero lo ciegue a lo más importante: los asuntos espirituales (Eclesiastés 7:12).

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