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Wednesday, July 6, 2011

Evitemos los caminos del primer homicida


 

 El Diablo es un homicida, un asesino. “Ese era homicida cuando principió”, dijo Jesús (Juan 8:44). Lo ha sido desde sus comienzos, cuando alejó de Dios a nuestros primeros padres, Adán y Eva, ocasionando con ello su muerte y la de sus descendientes (Romanos 5:12). Cabe mencionar que este acto solamente se puede atribuir a una persona, no a un simple principio del mal.
 

 “No debes asesinar”, dice uno de los Diez Mandamientos dados a Israel (Deuteronomio 5:17). El apóstol Pedro escribió a los cristianos: “Que ninguno de ustedes sufra como asesino” (1 Pedro 4:15). Como siervos de Jehová que somos, no cometeríamos asesinato; no obstante, si odiáramos a un hermano cristiano y le deseáramos la muerte, tendríamos culpa ante Dios.

El apóstol Juan escribió: “Todo el que odia a su hermano es homicida [o “asesino”, según la Nueva Versión Internacional], y ustedes saben que ningún homicida tiene la vida eterna como cosa permanente en él” (1 Juan 3:15). 

A los israelitas se les dio el siguiente mandato: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón” (Levítico 19:17). De ahí la necesidad de resolver enseguida cualquier problema que surja con un hermano en la fe, para que el homicida Satanás no destruya nuestra unidad cristiana (Lucas 17:3, 4).

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