Hoy día, los expertos saben que el nombre divino aparece unas siete mil veces en los escritos originales de la Biblia. De ahí que se utilice con mucha frecuencia en algunas de las traducciones más extendidas en español, como son la Reina-Valera y las católicas Biblia de Jerusalén y La Nueva Biblia Latinoamérica. Dependiendo de la versión, traducen dicho nombre como “Yavé”, “Yahveh”, “Yahvé” o “Jehová”.
Aun así, muchas iglesias presionan a los expertos para que lo omitan de las traducciones de la Biblia que ellas respaldan. A este respecto, es interesante una carta que el Vaticano envió a las conferencias episcopales católicas con fecha del 29 de junio del año 2008. Allí el Vaticano indica que “en los últimos años se ha introducido la práctica de pronunciar el Nombre propio del Dios de Israel”.
Y luego ordena: “El Nombre de Dios [...] no ha de ser usado ni pronunciado”. Aún va más allá al añadir: “Para la traducción del texto bíblico en lenguas modernas, [...] el divino tetragrammaton ha de ser traducido por el equivalente de Adonai/Kyrios: [...] ‘Señor’”. La intención del Vaticano es clara: evitar el uso del nombre de Dios.
Pero las Iglesias protestantes tampoco han sido muy respetuosas con el nombre de Jehová. Un portavoz de la Nueva Versión Internacional, publicada en 1978 en inglés y en 1999 en español, escribió: “Lo ideal hubiera sido usar el nombre de Dios: Jehová. Pero hemos invertido 2.250.000 dólares en esta traducción, y una manera segurísima de tirar ese dinero a la basura hubiera sido, por ejemplo, traduciendo el Salmo 23 de esta manera: ‘Yavé es mi pastor’. [...] Nadie la habría usado”.
En Latinoamérica, sin ir más lejos, son las propias iglesias las que quieren ocultar el nombre de Dios. Cierto especialista en traducción de las Sociedades Bíblicas Unidas llamado Steven Voth explica lo siguiente: “En los círculos protestantes de Latinoamérica todavía se debate el uso del nombre Jehová. [...]
Como dato curioso, una de las iglesias neo-pentecostales más grandes [...] pidió una versión Reina-Valera de 1960 en la que se omitiera el nombre Jehová y se empleara en su lugar Señor”. Este especialista dijo que, en un principio, las Sociedades Bíblicas Unidas se negaron a hacerlo, pero que luego cedieron y publicaron una Reina-Valera “sin el término Jehová”.
¿Cuál es el resultado de borrar el nombre de Dios y sustituirlo por Señor? Que a las personas se les hace más difícil conocer qué clase de Dios es Jehová. Para empezar, crea confusión, pues a veces el lector no puede identificar si la palabra Señor alude a Jehová o a su Hijo, Jesús. En Hechos 2:34, por ejemplo, el apóstol Pedro dice lo siguiente citando a David: “Jehová dijo a mi Señor [Jesús ya resucitado]: ‘Siéntate a mi diestra’”. Sin embargo, muchas traducciones bíblicas, como la Nueva Versión Internacional, vierten la primera parte así: “Dijo el Señor a mi Señor”.
En su ensayo “Yavé y el Dios de la teología cristiana”, el erudito David Clines señala otra dificultad: “Una de las consecuencias de omitir a Yavé de la conciencia cristiana es la tendencia a centrarse en la persona de Cristo”. Eso explica por qué muchos feligreses apenas son conscientes de que el Dios verdadero al que Jesús dirigía sus oraciones es un ser real con nombre propio: Jehová.
Vemos, por tanto, hasta qué punto ha llegado Satanás para borrar a Dios de la mente de las personas. Sin embargo, eso no significa que uno no pueda entablar una relación estrecha con Jehová.
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