“Tal como de hecho están andando [...,] sigan haciéndolo más plenamente.” (1 TES. 4:1)
¿ALGUNA vez se ha imaginado lo maravilloso que hubiera sido vivir en Israel durante la época de Jesús? Quizá hubiera querido que lo sanara de una dolorosa enfermedad. O tal vez le hubiera encantado escucharlo y recibir su instrucción, o verlo realizar alguno de sus milagros (Mar. 4:1, 2; Luc. 5:3-9; 9:11). ¡Qué gran honor hubiera sido estar allí y ser testigo de sus obras! (Luc. 19:37.) Ninguna otra generación ha presenciado nada semejante. Es más, “mediante el sacrificio de sí mismo”, Jesús logró un triunfo irrepetible: quitar de en medio el pecado (Heb. 9:26; Juan 14:19).
Y sin embargo, el nuestro también es un momento crucial. Vivimos en el predicho “tiempo del fin”, en “los últimos días” (Dan. 12:1-4, 9; 2 Tim. 3:1). Satanás ha sido echado de los cielos y pronto será atado y arrojado “al abismo” (Rev. 12:7-9, 12; 20:1-3). Además, se nos ha otorgado el gran privilegio de realizar una obra que jamás se repetirá: proclamar por toda la Tierra las “buenas nuevas del reino” y la esperanza del Paraíso (Mat. 24:14).
Justo antes de ascender al cielo, Jesús les dijo a sus discípulos: “Serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1:8). Esas palabras implican que se efectuaría una campaña mundial de enseñanza. ¿Con qué objetivo? Hacer discípulos de Cristo antes de que llegue el fin (Mat. 28:19, 20). ¿Qué tenemos que hacer para cumplir debidamente esa comisión?
Tenemos que demostrar la actitud que recomendó el apóstol Pedro: “¡Qué clase de personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y hechos de devoción piadosa, esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová[!]” (2 Ped. 3:11, 12). En efecto, en estos últimos días es muy importante que los siervos de Dios de todo el mundo nos mantengamos alerta y nos dediquemos de lleno a realizar “hechos de devoción piadosa”, tales como predicar las buenas nuevas. ¿Verdad que nos da mucha alegría ver a tantos hermanos llevando a cabo la comisión de Jesús con gran empeño? Ahora bien, sabemos que el mundo de Satanás y nuestra propia imperfección nos someten a diario a muchas tensiones, y estas pueden ahogar nuestro entusiasmo por el ministerio e impedir que sigamos plenamente a Cristo.
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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