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Sunday, April 24, 2011

¿Pueden los hombres garantizar un futuro feliz?



Acaba de mudarse a una casa nueva, sólida y acogedora. Es el sueño de su vida, y espera disfrutarla mucho tiempo. Sin embargo, al cabo de unos años descubre graves defectos en su estructura y debe demolerla. 

Se siente abatido; pero no es el único, pues sus vecinos tienen el mismo problema con sus viviendas. Una investigación revela que todo es debido a fallos arquitectónicos y materiales de baja calidad.
 

AL IGUAL que la casa del ejemplo, el mundo afronta graves dificultades. Pese a incontables experimentos políticos y sociales y asombrosos adelantos científicos y tecnológicos, la sociedad en sí se desmorona. 

En muchos países, la delincuencia y el caos están a la orden del día. ¿Logrará la humanidad, en su desesperación, crear una fórmula de gobierno que arregle sus problemas? Lea las conclusiones a las que han llegado personas eminentes que han examinado la historia humana.
 

“Lo hemos probado todo”
 

En un intento de mejorar el mundo, pensadores como el filósofo griego Platón o el filósofo y político alemán de corte socialista Karl Marx han elaborado numerosas ideologías políticas. ¿Con qué resultados? Un artículo de la revista New Statesman afirma: “No hemos abolido la pobreza ni construido la paz mundial. 

Al revés, parece que hemos logrado justo lo contrario. No es que no lo hayamos intentado: lo hemos probado todo, desde el comunismo hasta el libre mercado, pasando por la Liga de Naciones y las armas nucleares como fuerza de disuasión. Hemos librado demasiadas ‘guerras para acabar con la guerra’ como para creer que sabemos poner fin a la guerra, y las zonas urbanas deprimidas parecen vivir en una continua blitzkrieg [guerra relámpago]”. El artículo sigue diciendo: “Iniciamos el siglo [XX] pensando entusiasmados que los científicos nos salvarían, y lo hemos terminado desconfiando de cada palabra que pronuncian”.
 

En 2001, Eric Hobsbawm, profesor emérito de Historia Económica y Social de la Universidad de Londres, escribió que los sistemas políticos “afrontan una era en la que la acción del hombre en la naturaleza y el planeta se ha convertido en una fuerza de dimensiones geológicas”. Resolver, o mitigar, estos problemas “exigirá medidas que, casi con toda seguridad, no contarán con el respaldo de los votantes ni serán del gusto del consumidor. Se trata de una perspectiva poco halagüeña a largo plazo tanto para la democracia como para el planeta”.
 

Ante la certeza de una catástrofe inminente, el célebre astrofísico y escritor Stephen Hawking lanzó esta pregunta: “En un mundo sumido en el caos político, social y medioambiental, ¿cómo podrá la raza humana sobrevivir otros 100 años?”.
 

Por qué un fracaso tan estrepitoso
 

Solo la Biblia es capaz de explicar por qué el hombre ha fracasado tan estrepitosamente al gobernarse a sí mismo. En primer lugar, hace una evaluación franca de la condición humana. Veamos, por ejemplo, cuatro verdades fundamentales.
 

Todos somos imperfectos. “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios.” (Romanos 3:23.) Tal como los materiales defectuosos contribuyen al deterioro y posterior derrumbe de un edificio, la imperfección heredada del hombre contribuye al deterioro de la sociedad. Algunas de sus manifestaciones son la corrupción, la falta de honradez, la avaricia y el abuso del poder. La realidad es que esto no es nada nuevo, pues hace ya tres mil años un sabio escritor bíblico dijo: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9).
 

Los representantes del poder político y judicial reconocen las debilidades e imperfecciones de los ciudadanos y tratan de contrarrestarlas dictando infinidad de leyes. Pero lo hacen a sabiendas de que el amor al prójimo y la obediencia sincera a la ley no se pueden imponer.
 

La muerte nos alcanza. “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.” (Salmo 146:3, 4.) Uno de los gobernantes más sabios de la historia, el rey Salomón del antiguo Israel, reconoció lo inútil que podría llegar a ser su arduo trabajo. Escribió: “Yo, yo mismo, odié todo mi duro trabajo en que estaba trabajando duro bajo el sol, que dejaría atrás para el hombre que llegaría a ser después de mí. ¿Y quién hay que sepa si él resultará ser sabio o tonto? Sin embargo, él asumirá el control de todo mi duro trabajo [...]. Esto también es vanidad” (Eclesiastés 2:18, 19).
 

No somos capaces de gobernarnos bien. “Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso.” (Jeremías 10:23.) Imperfección aparte, la Biblia nos indica que según el propósito original de Dios, los hombres no tenemos el derecho de gobernarnos, por lo que carecemos de la capacidad para hacerlo bien. Por ejemplo, ¿por qué nos molesta la mera idea de que otras personas nos digan lo que tenemos que hacer o nos impongan un código de normas morales o éticas? Porque fuimos creados para que nos dirigiera una autoridad superior, y esa autoridad es Dios (Isaías 33:22; Hechos 4:19; 5:29).
 

Estamos influidos por un gobernante invisible. “El mundo entero yace en el poder del inicuo”, el Diablo (1 Juan 5:19). Si la cúpula directiva de una empresa estuviera totalmente corrompida y además fuera intocable, ¿qué podrían hacer los empleados para corregir la situación? Casi nada. Lo mismo sucede a la hora de corregir los problemas causados por los gobernantes invisibles de este mundo, seres espirituales malvados a las órdenes del Diablo. A estos, la Biblia los llama “gobiernos”, “autoridades”, “gobernantes mundiales de esta oscuridad” y “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales” (Efesios 6:12).
 

Sin embargo, la Biblia no solo habla de las debilidades humanas y de la existencia de los gobernantes invisibles de este mundo. Nos proporciona también una base sólida para tener esperanza al darnos la buena noticia de que todos nuestros problemas tendrán una solución definitiva.
 

Nuestro Creador al rescate
 

Dejados de la mano de Dios, nunca podríamos resolver nuestros problemas. Ni los más inteligentes, poderosos o ricos tienen el poder para cambiar ni una sola de las cuatro verdades que acabamos de mencionar. Pero como se explica en el siguiente artículo, nuestro Creador no nos ha olvidado ni abandonado. 

De hecho, como legítimo Soberano de la Tierra, quitará cualquier obstáculo de nuestro camino a la felicidad (1 Juan 4:8). Y lo que es más, lo hará pronto. ¿Por qué estamos tan seguros?
 

Como se expuso en el número del mes pasado de esta revista, los sucesos mundiales y las condiciones sociales dejan bien claro que estamos muy adentrados en “los últimos días” de este mundo (2 Timoteo 3:1; Mateo 24:3-7). No, el fin no será el resultado de un holocausto nuclear o la colisión de un asteroide ni cualquier otro cataclismo que aniquile indiscriminadamente tanto a buenos como a malos. Será Dios quien intervenga, y lo hará eliminando a los malvados, entre los que se cuentan quienes insisten en perpetuar la dominación humana (Salmo 37:10; 2 Pedro 3:7). Además, acabará con todo el sufrimiento que han causado sus enemigos (2 Tesalonicenses 1:6-9).
 

Entonces, el Creador zanjará nuestros problemas de gobierno otorgándole total autoridad sobre la Tierra al “reino de Dios” (Lucas 4:43). Como veremos a continuación, este gobierno mundial nos pinta el futuro de otro color.
 

“MATERIALES” DEFECTUOSOS DE LA SOCIEDAD
 

▪ Todos somos imperfectos.
 

▪ La muerte nos alcanza.
 

▪ No somos capaces de gobernarnos bien.
 

▪ Estamos influidos por un gobernante invisible.

 

EL HOMBRE NO ARRUINARÁ LA TIERRA
 

  La Biblia establece claramente que el propósito del Creador es que la Tierra sea el hogar pacífico y seguro de los seres humanos que le obedezcan. Analice las siguientes citas.
 

  “Él ha fundado la tierra sobre sus lugares establecidos; no se le hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre.” (Salmo 104:5.)
 

  “Has fijado sólidamente la tierra, para que siga subsistiendo.” (Salmo 119:90.)
 

  “Una generación se va, y una generación viene; pero la tierra subsiste aun hasta tiempo indefinido.” (Eclesiastés 1:4.)
 

  “La tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.” (Isaías 11:9.)
 

  “[Jehová es] el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada.” (Isaías 45:18.)

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