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Sunday, April 24, 2011

¿Pueden causarnos daño los muertos?

El punto de vista bíblico
 


 

Los anang, una tribu nigeriana, creen que si a un difunto no se le entierra con los debidos honores, su espíritu causará problemas o incluso muertes en la familia. Los chinos también piensan que si no siguen las costumbres funerarias, los espíritus de los muertos pueden atacar a los vivos o hasta matarlos.
 

LA CREENCIA de que al morir hay un ente racional que se desprende del cuerpo —llámesele alma, espíritu o fantasma— es muy común en varias culturas de todo el mundo. Muchos piensan además que dichas almas intervienen en los asuntos de los familiares o amigos.
 

Pero ¿será cierto que un ente racional sobrevive y perjudica a los vivos? ¿Qué enseña la Biblia al respecto?
 

¿Pueden pensar los muertos?
 

Las Escrituras indican que los difuntos “no tienen conciencia de nada en absoluto” y que yacen “impotentes en la muerte” (Eclesiastés 9:5; Isaías 26:14). Refiriéndose al primer hombre, Adán, también declaran: “Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente” (Génesis 2:7).
 

Observe que, al crear a Adán, Dios no le dio un alma que pudiera independizarse del cuerpo; más bien, lo hizo un alma viviente, una persona viva. De modo que cuando Adán murió por haber pecado, llegó a ser un “alma muerta” (Números 6:6). La Biblia también asegura que “el alma que peca... ella misma morirá” (Ezequiel 18:4). Por eso, como aquel primer hombre nos legó a todos el pecado —o la imperfección—, el alma muere cuando fallecemos (Romanos 5:12).
 

Al explicar el estado en que se encuentran los muertos, las Escrituras no se andan con misterios, sino que usan expresiones fáciles de entender, como la de “dormirse en la muerte” (Salmo 13:3). Por ejemplo, de una niña de 12 años, Jesús dijo: “No murió, sino que duerme”. Ante eso, los presentes “empezaron a reírse de él desdeñosamente, porque sabían que ella había muerto”. Con todo, la Palabra de Dios afirma que Jesús la despertó del sueño de la muerte (Lucas 8:51-54).
 

Asimismo, cuando Lázaro murió, Jesús les dijo a sus discípulos que iría a visitarlo “para despertarlo del sueño”. Pero como ellos no entendieron a qué se refería, “les dijo francamente: ‘Lázaro ha muerto’”. 

El apóstol Pablo también habló sobre “los que se han dormido en la muerte” y señaló que en el momento designado por Dios volverán a la vida (Juan 11:11-14; 1 Tesalonicenses 4:13-15).
 

Cabe destacar que la Biblia no enseña que un espíritu sobreviva cuando alguien muere. Así que no hay razón para temer a los difuntos. Entonces, ¿quién inventó la idea de que tenemos un alma inmortal? ¿Por qué la gente le tiene miedo a los muertos?
 

Todo un engaño
 

Las religiones falsas han difundido la idea de que, al morir, en realidad no morimos. Desde los inicios de la historia humana, la enseñanza de la inmortalidad del alma cobró popularidad. Por eso, tras la muerte de ciertos gobernantes —como los faraones del antiguo Egipto— se sacrificaba a sus esclavos para que les siguieran sirviendo en el más allá.
 

Por otra parte, hay quienes viven atormentados por seres que, según creen, son las almas en pena de sus difuntos. Pero la Biblia demuestra que dichas creencias son falsas. Quienes hostigan a estas personas son los demonios, criaturas espirituales que disfrutan acosando y espantando a la gente (Lucas 9:37-43; Efesios 6:11, 12).
 

Las Escrituras llaman a Satanás “el padre de la mentira”, aquel que “sigue transformándose en ángel de luz” y que “está extraviando a toda la tierra habitada” junto con sus demonios (Juan 8:44; 2 Corintios 11:14; Revelación [Apocalipsis] 12:9). En efecto, Satanás se inventó la idea de que, al morir, nos sobrevive un alma que puede causar daño a los vivos.
 

Pese a ello, muchas personas se han librado de caer en el engaño gracias al conocimiento bíblico. Han descubierto las tretas que usa el Diablo para hacernos creer que podemos tener contacto con los difuntos. 

En definitiva, la Biblia declara que “los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto” (Eclesiastés 9:5). Sin lugar a dudas, la verdad sobre la condición de los muertos se revela claramente en la Palabra de Dios (Juan 8:32).
 

¿SE LO HA PREGUNTADO?
 

▪ ¿Pueden pensar los muertos? (Eclesiastés 9:5; Isaías 26:14.)
 

▪ ¿De dónde procede la creencia popular de que hay algo en el ser humano que sigue vivo después de la muerte? (Juan 8:44.)
 

▪ ¿Dónde podemos hallar la verdad sobre el estado en que se encuentran los difuntos? (Juan 8:32; 17:17.)

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